martes, 16 de diciembre de 2008

Sebastián Alvarado, el colegio Eloy Alfaro y el árbol de Navidad del barrio



[Selección campeona Superior de volleyball del intercolegial en Guayaquil, 1977. A la derecha, el gran Sebastián Alvarado]

Niño aún, mi cariño por mi barrio (la Ciudadela 9 de Octubre) creció junto al que sentía por mi colegio, el Eloy Alfaro. Recuerdo que escalábamos los bloques y las paredes del Salón de Actos y, desde afuera, veíamos los ensayos del conjunto del colegio, Los Errantes, y alguna vez el de otro grupo, Los Ranas. En aquellos años existían varios conjuntos más en la Ciudadela, de los cuales siempre sobresalía Los Sobre Ruedas, en donde cantaba el loco Roberto y el loco Ciccio y luego Catacho le hacían a la batería (el viejo Ycaza y su hermano en las guitarras), quien, aún ahora, en sus noches de farra luego del partido de Emelec, sale a una esquina del Capwell a entonar una balada de aquella época: "pedacito de mi vida/ te quiero tanto".

Pero junto a la música estaban también los deportes, el gran equipo de voleyball del Alfaro de fines del 60, integrado por Sebastián Alvarado, Youngblood, y luego por Santa María, Taranto y Quiñonez y tantos otros. De ellos, Sebastián se convirtió, al poco tiempo, el líder indiscutible, pues trabajó como profesor de Gimnasia, al mismo tiempo que, gratuitamente, entrenaba a las tres selecciones, repartiéndose como entrenador del San José La Salle, la Escuela Superior Naval y La Asunción.

A Sebastián Alvarado, todos los que jugamos volleyball por el Alfaro, le debemos mucho, como deportistas, estudiantes y hombres, porque él siempre fue un maestro y un amigo, y, lo más importante, un ejemplo a seguir. Firme, generoso, inteligente, maduro, con bueno humor, Don Sebas era lo que no encontrábamos en casa ni en la familia, ni en el barrio. Y como el Alfaro estaba en el barrio, y los del barrio éramos los mismos jugadores del Alfaro, el paso de las aulas a las calles era automático para él y nosotros. Por eso, hablar del Eloy Alfaro, para mí, es hablar del barrio y de otro de sus grandes estudiantes: Jaime Hurtado, el ex-candidato a la presidencia asesinado por los narcotraficantes. Y con alegría y nostalgia, confirmo una vez más que esa historia, gracias a Don Sebas, fue de las mejores experiencias mientras crecíamos.



[Parado a la izquierda, el brava. Parado a la derecha, el imbatible negro Gerardo Pío Bermeo, "patriota del sur" y del Alfaro. Foto de 1974, en Quito, tomada en una gira de curso, antes de que terminaran el Panecillo. El profesor del medio: un imbécil llamado Carlos Alvarado, que nos obligaba a comprar sus torpes libros de gramática y nos golpeaba en clase, la antítesis de Sebastián Alvarado]

Entre los recuerdos más fuertes de esos años están los asociados con la llegada de diciembre, el final del año lectivo y el inicio de las lluvias. Era momento de recoger dinero para levantar el árbol del Navidad y el Nacimiento en la esquina. Parte del rito cultural de nuestra comunidad y parte de nosotros mismos. Luego vendrían los añoviejos y los entrenamientos de volleyball en el Alfaro, junto a los aniñados del San José, colegio del presidente Correa y su hermano Fabricio.



[En un campeonato de preparación para el Intercolegial. Aquí, junto a mi pana, otro "patriota del sur": Geovanni Marriott -Rasquiña]

Años después, alejado como siempre de mi querido Guayaquil, en un frío diciembre en París, el cholo Cepeda me mandó esta foto:



[Parados, desde la izquierda: La Garra, el cholo Cepeda, Galleta y Mandril/Pepe Norro. Sentados, desde la izquierda: Hígado Frito, el Cuervo, el negro Jim y Mirada de Longo]

Por todo ello, hablar del Eloy Alfaro es hablar del volleyball, del barrio y del ejemplar Sebastián Alvarado, mi eterno profesor. Hoy que la vida y la muerte llaman a las puertas de nuestras casas porque se va un líder político amado y odiado, y aflora el llanto en los ojos de quienes no estamos en casa, junto a los nuestros, en este cruel mes de diciembre, hoy, de alguna manera, con música y fotos, volvemos a nuestro lugar a seguir jugando ese partido interminable en el sur, siempre en el sur.