miércoles, 12 de noviembre de 2008

Acuérdate loco 2 (manuscrito del Cholo Cepeda)

Acuérdate de Fabián, el heladero de toda la vida: más de 40 años en el oficio, léxico fluído terminología apropiada para el verbo de barrio, conocedor de toda la vida privada de cada uno de nosotros.

Acuérdate del cevichero Funeraria: llegaba todos los días a las 10 de la mañana, como gerente. La gente lo esperaba como salvador del chuchaqui y hacía fila como en entidad pública. En cierta ocasión, al hacer la mezcla de yuca, pescado y agua roja, se le cayó la plancha de los dientes al balde. La gente, que estaba de chacota, se sorprendió, se quedó con la boca abierta, y él simplemente la sacó con el cucharón y dijo que no había pasado nada. Convenció a todos y la gente siguió comiendo y siguió también la chacota.

Agua Sucia era el de los refrescos. Siempre estaba junto a Funeraria para saciar la sed de chuchaqui del personal.

La Bolita era el ruletero del Alfaro. Su frase clásica era “Juegue niño la bolita, la bolita”. Usaba un arete en la oreja izquierda en el año 75, cuando acá los hombres no usaban aretes. La Bolita ve un camión repartidor de cola, ahí, a vaca mú, de papaya, sin nadie que lo vigilara. Se roba una jaba de cola y se va cuete por el callejón. El oficial se da cuenta y lo sigue y grita ladrón ladrón. La Bolita se pone mosca, para, regresa al camión con la jaba al hombro y le dice al oficial del carro era para verte nomás si estabas pilas.

Acuérdate loco del manguero, un paisano que vendía frente al Eloy Alfaro. Vendió mangos por más de cuarenta años. Por un motivo pequeño se murió. Dormía en la misma carreta. Nunca tuvo un techo para vivir.

Darío Lecaro, alias El Aventajado, y antes Trompechucha. En una ocasión se perdió una botella de cola mediana y la señora de la tienda le decía que la tenía escondida ahí, debajo del pantalón, que se le notaba en bomba.
Acuérdate de Suelazo, el arquero de índor. Se revolcaba en la calle de lo lindo mientras tapaba como si fuera final del mundial.

Acuérdate de los grandes panas: Carlitos Ríos, guapo, cabrón, pelotero y de cocacho. Organizaron una parrillada con el Chugo para el viernes 21 de junio de 1996. Viajaba de Quevedo a Guayaquil para llegar a tiempo, aceleró el vehículo y lo único que encontró fue la muerte. No llegó a tiempo a la parrillada. El Chugo lo esperó por cinco años y luego fue al encuentro con su pana, para cumplir con lo planificado. Cuando murió el Chugo el flaco Walter Auria, más conocido como Trompa de Gusano, llegó al velatorio pluto, se acercó a la caja y llorando y gritando le dijo al Chugo por qué me haces esto, ahora cómo voy a pagar el billete que te gastaste, eso era para sacar el contenedor de los colombianos, ahora qué le voy a decir a los dueños, tú eres mi pana pero eres un careverga, seguía gritando, hasta que tuvieron que sacarlo a empujones.

Wacho Villacís salía al barrio a chupar, invitaba a la gente y decía “vamos nomás que yo pongo los fósforos y el resto se arma solito”. Así era Don Chowa.
El Caballo Bardales nació junto a una cancha de fútbol. Dormía con la pelota. Era barcelonista hasta las patas. Su mayor ambición fue jugar en el equipo de sus amores. Luego de jugar en varios equipos se hizo realidad su sueño. Unico representante de la Ciudadela que coronó en Barcelona que era, como ya dije, el equipo de sus amores.

Acuérdate de Emilio Yerovi, que era dueño de un camión cervecero. Toda la plata de lo que vendía en el día se la gastaba en la noche con sus panas. Inolvidable cliente de la discoteca El Jardín, junto con sus grandes ñecos: La Vieja Charles, Omar Aguiar, Don Boli y Galleta. Era el hombre más querido por todos. Era el único que pagaba, no dejaba que nadie más lo hiciera. Hasta los meseros se cuadraban con las propinas. Era lo que se llamaba y se llamará por siempre un pana bacán e inolvidable.

El loco Freddy, alias Cucu Mene, cuando se portaba mal, él mismo se daba cana en caleta por tres o cuatro días, y no salía a la calle, sólo se asomaba a la ventana cuando los panas lo buscaban. Les decía que no podía salir porque estaba encanado. Así mismo hacía la señora Rosita con Pinina, de pelados: Cuando se portaba mal no lo dejaba salir y lo castigaban como a Toby, el de la Pequeña Lulú. Acuérdate loco.
En cierta ocasión se habían amanecido chupando Rodi Carabalí y Cocojox en la esquina del barrio. Ya eran las siete de la mañana y Cocojox se había dormido en el banco con su zapato número 46 de almohada, como ya era su costumbre. El padre de Cocojox, preocupado, salió a buscarlo y lo encontró. Se disponía a llevárselo cuando, de repente, aparece Rodi y le dice un momento, qué le pasa con mi amigo. Me lo llevo porque soy el padre, le respondió el veterano. Y Rodi contesta usted no se lleva a nadie, si es el padre muéstreme la cédula para confirmar. El veterano, asustado por la pinta de Rodi saca la cédula y se la entrega. El negro revisa la cédula y dice está correcto, puede llevárselo, pero déjeme para otra botella de trago. Como Cocojox era grandote lo subieron entre ambos al balde de la camioneta, avanzaron una cuadra y se le bajó. El padre no se dio cuenta hasta llegar a la casa y decidió dejarlo con tal de que Rodi no le hiciera más problema.

Acuérdate loco de tu colegio, el Eloy Alfaro, y sus políticos de los años 70: El Lobo, el negro Corozo, Jimmy Tapia, entre otros que no recuerdo. Todos se jactaban de estar vinculados con organizaciones de China y Rusia. Cierta vez que estaban en huelga y se habían tomado el colegio, divisaron a un hombre con gafas y gorra que pasó por la acera del frente, y se corrió la bola entre ellos de que era sapo de los policías. Se convencieron entre ellos que así era y le prepararon una emboscada. Lo cerraron, lo interrogaron con insultos y empujones. Basado en el comportamiento del tipo, yo deduje que no era policía, pero para ellos era hasta de la CIA y así, sin compasión alguna, le dieron una puñetiza y garrotiza en un segundo hasta que el hombre salió corriendo. Lo siguieron a piedras hasta que desapareció y, celebrando la hazaña, los alfarinos gritaban: Alfaro, Alfaro/ en el tiempo y en el espacio/ tu nombre sonará/ Alfaro.

Acuérdate manicho también de la escuela Baltazara Calderón de Rocafuerte, que fue la cárcel de mi niñez, dirigida por el padre Antonio, un español berraco como él solo. No aflojaba una sonrisa ni en su cumpleaños. Ejemplo de hombre para mí y para toda la escuela y la parroquia entera. Esto era allá por el año 66. Su secretaria era una mujer que mostraba muchos atributos físicos, pero supuestamente el padrecito no tenía ojos para darse cuenta. Nadie se dio cuenta, ni él mismo, hasta que en el año 68 el hombre admirado y respetado por todos se foqueó y huyó al extranjero. Buena edad la mía para darme cuenta de lo farsante que son los curas. Acuérdate de que allí enseñaba también el flaco malafecido de Yerovi, que vivía pateando e insultando a sus alumnos. Flaco hijueputa. Acuérdate cuando te hizo aprender una canción dizque en quechua, como si fueras indio, todo para presentarte en no sé qué teatro. La canción decía Kin-kun-ti-li/Moli-tali/ Moli-nasa/Kin kun kai/Kin kun ko…Y así seguía. Era más larga y te la aprendiste de memoria. Acuérdate cuando le preguntaste y hasta se la cantaste a un indio y te dijo que eso no era quechua ni nada. Flaco Yerovi hijueputa, te hizo aprender esa huevada por las puras. Por suerte, una vez su propio primo le sacó la chucha al frente de todos. No Chimbacalle sino el otro, el hermano, Emilio, el que era buena nota, del que ya te hablé antes.

Acuérdate loco de Galito, más conocido como Alberto Vásquez. Cantaba y bailaba en bruto, pero también se entrometía en todo. Andaba un día por la zona del Rodillo cuando, de pronto, vio a un pana con un paquete de papel periódico. Le preguntó qué era y el man le responde tranquilo Galo que salí peleando con mi mujer porque estoy chiro, y me vine sacando esta nota de la casa para venderlo. ¿Y qué es? preguntó Galito. Una olla de presión, le respondió el otro. Ya pues, deja ver. No, le dijo el del paquete, después se hace bomba. ¿Cuánto quieres? Veinte dólares. Te doy 10, dijo Galito afanado. Ya, chévere, pero no la abras aquí porque los panas son sapos y es turro que yo me saque las ollas de la caleta. Lo convenció y Galito pagó. Se llevó el paquete a la casa, lo abrió y encontró una basenilla enlozada. Pero se tuvo que quedar frío por sapo y metido.