martes, 24 de marzo de 2009

Días de lluvia en Guayaquil

¡La lluvia y el barrio al fin!

El sábado llegué a las 4 y 30 al parque de mi Ciudadela 9 de Octubre. Había varios carros, llovía a cántaros y vi a los patriotas del sur, felices, entre los 40 y los 50 y pico de años jugandp pelota en la calle. Habían organizado una fiesta de barrio sólo porque sí. La Chocota era la del encame, junto a Nina Pacari y la Negra Linda. Días antes, junto al infaltable cholo Cepeda, llenaron sobre con invitaciones y en la cara escribían el nombre del destinatario y en el reverso el apodo (Macario luego criticaba que a Borolas no le decían de esa manera sino Tilín, muchos años antes.

Vi al loco Roberto, a don Chowa, a Omar Aguiar, a mis hermanos los mellizos, sentados, en pantaloneta, bajo una carpa, pero con el agua hasta los tobillos, riendo felices de la lluvia, los chistes y la gente. Vi a cien más que desfilan por mi mente como en una secuencia de película. Hacía tanto que no veíamos la lluvia entre todos, que no jugábamos pelota callejera bajo el agua del invierno que, en ese momento que repetíamos el rito, fuimos nuevamente aquellos jóvenes de los años 70s. En casa de los Tenén habían instalado tres mesas para naquear, los jugadores peleaban porque el equipo ganador había hecho jugar a Raffo que no estaba inscrito, y querían que les quitaran los puntos para no quedar últimos en el campeonato.

Llegó gente de otros barrios de la Ciudadela, pero ya éramos uno solo. Por suerte y para siempre. Nicota me vio y abrió los brazos como crucificado para darme un abrazo, previo al remo de 3 dólares para comprar una botella pipona de aguardiente. Me senté y me reí de todo, del tiempo, los chistes, la lluvia y la noche que caía. Tomamos el carro de Leo y llegamos hasta el Cabo Rojeño donde estaba la otra gallada vieja: Yoyo, Galo, Kaviedes, Camareta, Marino y el Chino. Escuché mis rituales canciones, comí comida criolla y regresé a casa. Me faltaban mis mujeres, solamente. Mis ladies Fabia y Fabiola.

He vuelto al Guayaquil, por dos semanas, por fin al barrio y a la lluvia del trópico.