martes, 30 de diciembre de 2008

Nuevos poemas a Fabia

a mis mujeres, como siempre

* * *

me hizo falta leer a Cortázar
hace como treinta años
para comprender ahora
tu alma y tu sonrisa
cuando bailas
dejando los brazos suspendido en el aire
por un instante
como rogando a dios

como en el cuento de Cortázar
se oye el tren pasar por el pueblo
y un muchacho mira por la ventana
a las muchachas como estatuas
así ocurre en ese cuento
del que tú eras ya la protagonista
hace como treinta años

* * *

el príncipe que se casa con la princesa
al final de que cada cuento
ha llegado:
te he encontrado con amor y entusiamo
y ya estamos juntos para siempre

* * *

la nieve ha desaparecido
en una esquina del camino
he puesto para ti, sobre la hierba húmeda
unas pajas finas y secas
y acostada nuevamente
miras las nubes caminando
en el cielo azul y despejado de Nueva York
son las mismas nubes que miró tu padre
hace ya tantos años
en el jardín minúsculo de una casa
en el trópico
(el trópico que tanta falta nos hace)

mira las nubes ahora, Fabia,
y reconce sus formas
su lento paso que las lleva
del Pacífico al Atlántico
para que veas que el amor
es el tiempo, la distancia que no muere

* * *

un duende camina por la nieve
y más nieve cae sobre ese duende
que deja huellas y contempla pájaros
las veredas y la iglesia
desde el patio de la casa

* * *

Fabia dice que nuestra boda
será en la primavera
cuando haga sol y se haya ido la nieve
y lanzaremos globos al aire y habrá torta
como el día de su cumpleaños
y que mamá también se casará con nosotros



* * *

Fabia,
en el libro de poesía de Borges
encontrarás un poema para a ti
porque no estaba leyendo los poemas de Borges
sino escribiendo un poema para a ti

* * *

somos Boo y Sullivan, de Monsters Inc
George y el Hombre de Amarillo, del PBSKIDS
Nemo y el padre de Nemo que lo busca en los mares
somos la princesa y su padre de tantos cuentos
(y también el príncipe y su princesa)
somos tú y yo, Fabia
tal como lo quieres

* * *

es verano Fabia
y llueve en el norte
pero la terrible idea de no verte
hace que me olvide
del verano
la lluvia
y el norte

* * *

al llegar el día entra Fabia
a nuestro cuarto

en una mano, trae una campanita
en la otra, una lámpara encendida
(es penumbra aún)
y es como si llegara el ángel de Dios
a despertarnos de una tosca y vulgar muerte

martes, 16 de diciembre de 2008

Sebastián Alvarado, el colegio Eloy Alfaro y el árbol de Navidad del barrio



[Selección campeona Superior de volleyball del intercolegial en Guayaquil, 1977. A la derecha, el gran Sebastián Alvarado]

Niño aún, mi cariño por mi barrio (la Ciudadela 9 de Octubre) creció junto al que sentía por mi colegio, el Eloy Alfaro. Recuerdo que escalábamos los bloques y las paredes del Salón de Actos y, desde afuera, veíamos los ensayos del conjunto del colegio, Los Errantes, y alguna vez el de otro grupo, Los Ranas. En aquellos años existían varios conjuntos más en la Ciudadela, de los cuales siempre sobresalía Los Sobre Ruedas, en donde cantaba el loco Roberto y el loco Ciccio y luego Catacho le hacían a la batería (el viejo Ycaza y su hermano en las guitarras), quien, aún ahora, en sus noches de farra luego del partido de Emelec, sale a una esquina del Capwell a entonar una balada de aquella época: "pedacito de mi vida/ te quiero tanto".

Pero junto a la música estaban también los deportes, el gran equipo de voleyball del Alfaro de fines del 60, integrado por Sebastián Alvarado, Youngblood, y luego por Santa María, Taranto y Quiñonez y tantos otros. De ellos, Sebastián se convirtió, al poco tiempo, el líder indiscutible, pues trabajó como profesor de Gimnasia, al mismo tiempo que, gratuitamente, entrenaba a las tres selecciones, repartiéndose como entrenador del San José La Salle, la Escuela Superior Naval y La Asunción.

A Sebastián Alvarado, todos los que jugamos volleyball por el Alfaro, le debemos mucho, como deportistas, estudiantes y hombres, porque él siempre fue un maestro y un amigo, y, lo más importante, un ejemplo a seguir. Firme, generoso, inteligente, maduro, con bueno humor, Don Sebas era lo que no encontrábamos en casa ni en la familia, ni en el barrio. Y como el Alfaro estaba en el barrio, y los del barrio éramos los mismos jugadores del Alfaro, el paso de las aulas a las calles era automático para él y nosotros. Por eso, hablar del Eloy Alfaro, para mí, es hablar del barrio y de otro de sus grandes estudiantes: Jaime Hurtado, el ex-candidato a la presidencia asesinado por los narcotraficantes. Y con alegría y nostalgia, confirmo una vez más que esa historia, gracias a Don Sebas, fue de las mejores experiencias mientras crecíamos.



[Parado a la izquierda, el brava. Parado a la derecha, el imbatible negro Gerardo Pío Bermeo, "patriota del sur" y del Alfaro. Foto de 1974, en Quito, tomada en una gira de curso, antes de que terminaran el Panecillo. El profesor del medio: un imbécil llamado Carlos Alvarado, que nos obligaba a comprar sus torpes libros de gramática y nos golpeaba en clase, la antítesis de Sebastián Alvarado]

Entre los recuerdos más fuertes de esos años están los asociados con la llegada de diciembre, el final del año lectivo y el inicio de las lluvias. Era momento de recoger dinero para levantar el árbol del Navidad y el Nacimiento en la esquina. Parte del rito cultural de nuestra comunidad y parte de nosotros mismos. Luego vendrían los añoviejos y los entrenamientos de volleyball en el Alfaro, junto a los aniñados del San José, colegio del presidente Correa y su hermano Fabricio.



[En un campeonato de preparación para el Intercolegial. Aquí, junto a mi pana, otro "patriota del sur": Geovanni Marriott -Rasquiña]

Años después, alejado como siempre de mi querido Guayaquil, en un frío diciembre en París, el cholo Cepeda me mandó esta foto:



[Parados, desde la izquierda: La Garra, el cholo Cepeda, Galleta y Mandril/Pepe Norro. Sentados, desde la izquierda: Hígado Frito, el Cuervo, el negro Jim y Mirada de Longo]

Por todo ello, hablar del Eloy Alfaro es hablar del volleyball, del barrio y del ejemplar Sebastián Alvarado, mi eterno profesor. Hoy que la vida y la muerte llaman a las puertas de nuestras casas porque se va un líder político amado y odiado, y aflora el llanto en los ojos de quienes no estamos en casa, junto a los nuestros, en este cruel mes de diciembre, hoy, de alguna manera, con música y fotos, volvemos a nuestro lugar a seguir jugando ese partido interminable en el sur, siempre en el sur.

martes, 2 de diciembre de 2008

CONTRA SI MISMO (poemas cortos y en corto)

iturburu ha jurado no escribir poemas de largo aliento
ni indagar en el olvido
tan sólo convertirse en asesino de sí mismo
como un ajuste de cuentas a los viejos enemigos
pero tratando de actuar con apego al arte
(aunque no tenga ni puta idea de lo que es arte)
aquí llama a las cosas por su nombre:
al pan pan a la biela biela y al cacho cacho


mi padre me cuenta en una carta
-a la que acompaña un recorte de el universo-
que tú habías organizado “un recital de jóvenes poetas”
y que como “presidente de la sociedad de escritores”
te hiciste cargo de la “presentación del acto”
(las citas son del diario, no de mi padre)
¡cierra tu pico!
¡no hagas repetir mentiras a los otros!


sin ser escritor
iturburu se ha proclamado como tal
¿qué provecho habrá obtenido de esto?


¡oh! ¡vedettes de los ministerios y sus instituciones culturales!
ustedes están más cerca del presidente de la república
y sus secuaces
que de la buena poesía
mienten como el jefe supremo le miente a sus conciudadanos
y la vanidad de ustedes es tanta
como la demagogia de aquél


“debemos estar conscientes de lo que somos”
leí en alguna parte
nosotros no podemos
porque no hay “debemos” por estos lares
ni conciencia
ni ser


mario campaña, desde barcelona
(la ciudad, no el equipo de fútbol)
me pregunta si sé cuántos escritores somos
yo haré la lista: todos
menos los que viven de la patraña burocrática


iturburu: cuídate de iturburu
dijo que abandonaba la poesía por exceso de poetas
y acaba de tocar las puertas de un editor
y enviar su último libro a un concurso local


drama de honor
o comedia de enredo
¿en cuál deseas encuadrar tu alma y tu país?


una vez que entres al desierto
descubrirás la costumbre del criminal
de apoderarse de la limosna de los otros
y, a lo lejos, un terrible fuego


en la revista vistazo no aparecen putas ni malas palabras
sólo muchachas semidesnudas posando para la foto de la portada
(a eso denominan con orgullo modelaje)
que pegadas a la pared provocan violentas erecciones
y publican fragmentos de discursos de políticos
y sucesos en aquello que llaman congreso nacional
(aunque el pueblo lo llama de otra manera)
pero en el vespertino extra
aparecen cortadas de un solo tajo por un cuchillo
como si estuvieran realizando un antiguo sacrificio a las tinieblas
y también aparecen maricones asaltados por policías
(un tanto semidesnudos, como las muchachas de las revistas)


tu ley de la oferta y la demanda es una cojudez que yo no creo
eres el escondrijo de los que buscan dinero por la vía rápida
un mercadillo minucioso de ladrones
tú has acostumbrado a la gente a vivir de manera extraña:
gallos humo de hojas perros vagabundos vendedores
has hecho que los burgueses tomen las riendas del arte
sin que tengan puta idea de lo que es el arte
y aparecen con sus frasecitas nasales
con sus fastidiosas cadencias
vestidos a la última moda
a darnos consejos, los muy imbéciles
por ti he debido comprender y desarrollar la lógica del criminal
antes yo sabía lo que hacía
-con seguridad de memoria lo digo-
ahora soy uno de esos que vende cachinerías en los parques
me has metido en la buseta de caronte
has transformado toda celebración en un encuentro mortuorio
en el que afloran rencores y cuentas no saldadas
tú me quitaste mi serenidad y me hiciste un pandillero
un pobre pendejo que debe mirar televisión
detrás de las vitrinas


lo que ocurre en las páginas de los libros es como una película:
un paisaje que veo distraídamente y que pronto olvido
como una ciudad sin nombre
que es igual a esta ciudad
pero más perdida en la planicie
allí hay un hombre
que es igual a mí
pero más perdido en la planicie


para mí sí hubo un momento de amor
un punto en el cual se juntaron el clima y la bendición de dios
la tarde, un bar en la bahía de san francisco
ella me besa y anoto en su diario
yo soy don quijote, tú dulcinea
........................................................
(que mal estás escribiendo iturburu
mejor léete un poemita de catulo
y ruega que los otros no descubran tu caída
porque aquí los gallinazos vuelan bajo)


iturburu aprovecha un saludo, el menor descuido
para pedir que lean sus poemas
no le importa pagar unas cervezas si es preciso
anhela publicar sus obras verse retratado en los diarios
de la mano de altos burócratas culturales
¿para qué tanto empeño en promocionarte como poeta
si tus versos son mediocres?


¿cuál fue esa palabrita que dijiste?
¿teleológico? ¿postmoderno? ¿epistémico?
a nadie engañas con esos truquitos, con esos malabares


en otra de tus clásicas burradas
(que los burros me perdonen por usar esta palabra)
escribiste en versos un gran insulto
a un ilustre desconocido
ahora todos hablan de lo mal poeta que eres
y aquel ladrón de libros
goza de la fama inmerecida


es particularmente fácil convertirse en escritor
sólo debes garabatear cualquier cosa
y publicarlo todo
el secreto es hacerlo en nombre del pueblo
o de alguna inefable necesidad
o afiliarte al partido en el poder
o dar uno de esos discursos llenos de puerilidades
lo demás, como dicen en mi barrio, es pan comido


para hablar de sí mismos
los congresistas usan la tercera persona
se ponen solemnes y ridículos
frente al espejo y las cámaras de televisión
(con el pecho hinchado, como lleno de condecoraciones)
y con palabra fluída
dan soluciones a los problemas nacionales
como los futbolistas antes de los partidos
como los abogados durante los procesos judiciales
y tú ¿qué regocijo especial encuentras en el molestoso yo?


o tú no amas o a ti no te aman (y demás variantes)
o tienes miedo de reconocer tu mala calidad
sólo así puedo explicarme el porqué no hallo
ni un poema de amor entre tus escritos


¿nieto o carvajal?
como el segundo no cree más en tus poemas
buscas en el primero la lisonja
iturburu, reconócelo:
a ti te inventaron los ciegos y los burócratas


alabar es el verbo preferido de iturburu
conjugado con máscaras crepusculares
tú me alabas, yo te alabo (y viceversa)
son las formas que él más utiliza


unos versos de ricardo maruri,
un poema corto de eduardo morán
valen más que toda tu carrera literaria
pero ellos no son poetas,
ellos no han publicado como yo, reclamas
cierto, ellos sólo han escrito ideas sencillas y profundas
como los antiguos padres del desierto


un día nublado en guayaquil
una cantina serrana en guayaquil
una rockola bien abastecida de boleros y pasillos
-la muchacha en estos momentos
regresa con más cerveza fría
carne de cerdo y condimentos-
es lunes por todas partes
un día largo, anónimo y perfecto
paraiso de borrachos


el universo tiene en su archivo cultural
una foto de borges, otra de nela martínez
otra de henry miller y anais nin, juntos
una foto de hugo salazar y otra de malcom lowry
¡pero de ti tiene más de quince!


los poetas escriben
para conquistar el amor de una muchacha
para explicar los misterios de la vida o de los sueños
y si el tiempo es benigno
ser nombrados por los siglos
sólo tú escribes para la alabanza pública


bebiste con borrachos y ladrones
cruzaste por las drogas y le pegaste a una mujer
hasta una peleita callejera tuviste
(con botella despicada y todo)
¿crees que eso aumentará la calidad de tus poemas?


cuando les dije que estaba estudiando
la poesía de granda, nieto, preciado y vulgarín
victoriosos, se tiraron al suelo de la risa
¡qué pendejo eres iturburu, esos son poetas de segunda!
hoy regreso al fuego
desde ahora todo lo discuto, les dije
-tenían el rostro iluminado de júbilo
estaban pendientes de mi próximo movimiento-
y continué:
esta vez me alineo con los delincuentes y las putas
voy en pos del tiempo diario
y ahí se quedaron, parados, cuchicheando
el grupito de siempre


contaste que habían traducido tus poemas
inmediatamente recordé la voz mi madre
sospechosa siempre de esos reconocimientos:
a ver si es verdad tanta belleza
y era lo que pensaba:
tu traductor es el verdadero poeta


preguntas por qué no tengo
ni intelectuales ni políticos entre mis amistades
¡vamos! ¡no se puede pretender afecto mientras se aborrece!


iturburu dice que sólo las mujeres inteligentes gustan de él
te creo, le respondo, porque yo también soy mentiroso


tus poemas son del período más pobre de la poesía nacional
tus versos no los leen ni tus propios amigos
(aunque los celebran cuando pagas la cuenta)
¿cómo es posible que te abrace la fama inmerecida?


en una librería encontré un libro con tu nombre
luego entró un muchacho
lo tomó, abrió sus páginas y lo cerró
sonrió y a media voz dijo:
sabía que este libro valía verga
y acto seguido se perdió entre la gente


mónica: ¿recuerdas los días de oregon
cuando sentados veíamos caminar a las muchachas
junto con la primavera?
han pasado tú y el tiempo
pero aún estoy contigo viendo a las muchachas en flor


estos versos
los escribió iturburu bajo la protección de otros poetas
no te diré cuáles ni porqué, eso es secundario
tan sólo que lo acompañan sus mismos odios
y también sus mismas erecciones


detrás de la calma el deseo
detrás del juego y los viajes el deseo
en la mano la flor
detrás de la flor el deseo


¿quién te dijo que podías ser el sucesor
de ginsberg, kerouac, ferlinghetti?
tú crees serlo sin serlo
y tus amigos frecuentemente se rien a tus espaldas


probablemente compartimos todos los defectos
excepto uno:
yo no lamo el culo de nadie para publicar mis poemas


el país invisible
quiere ver con dignidad su jodido presente
sus conflictos territoriales, sus traumas
pero sin ajustarles cuentas a sus fétidos políticos y sus economistas
olvidándose del poder militar y de los oligarcas
así, país invisible, no vas a llegar a ningún lado


los congresistas prometieron acabar con el problema:
o se matan o no cumplen su palabra.


político, lameculo, escritor mediocre, defraudador, vago
desde hace años me pregunto con sorpresa
¿por qué no tienes dinero?


¿cuál es la diferencia entre el plenario del congreso
y el último congreso de escritores?


el pueblo mantiene con su sueldo
a las fuerzas armadas
(incluída la policía nacional)
y paga por las aventuras del gobierno
el estado y la burocracia
regala dinero a esos viajeros internacionales
que insisten en llamarse cancillería
y el pueblo también solventa los gastos
de la oligarquía y sus delincuentes

pueblo, con tanto hijo violento y bruto
con razón siempre andas golpeado y chiro
(en la damier, como dijo mi compadre el cuervo)


hoy no escribo, no hay epigramas ni sentencias
ella está aquí y todo es aroma de inciensos
y así, el tiempo pasa


¿cuántos abrazos hubo entre tú y yo?
¿cuántos besos? ¿cuántas miradas?
el número total de nuestras caricias
no tiene sentido si ya no hay luz que alumbre


los poemas de amor de iturburu
son para una mujer más inteligente que él
(lo cual él insiste en ocultar)
y comete un error tras otro:
dice insolencias, desatinos, atemoriza
y detiene su trabajo repitiendo su nombre
una y otra vez una y otra vez
como un pájaro que en la noche llama
a su enamorada ausente


boniface, el africano
camino a casa
me contaba que una mujer le había preguntado
si seguiría siendo fiel a su esposa
(¡iracundo me contó su respuesta!)
le dijo que si era necesario
pasar diez años así él los pasaría
que sólo una mujer habitaba su cuerpo
(¡y ya van dos años de abstinencia!)
yo soy boniface, el africano
aullando ferozmente en la noche
contra tus pasados y futuros amantes
diciéndoles yo la amo, soy suyo para siempre
ella es mi universo
aúllo cada noche sólo por ella


estos poemas de amor
son bobos y sencillos
como la sonrisa de los delfines
los escribí para una mujer que partió
a cruzar otros mares de locura
y marcarán mis apelos en las noches del rito
viajarán de un océano a otro
prolongándose en el tiempo y en el agua
como mensajes de animales marinos


acepta
los residuos de verdad de mis desiluciones
porque trato de permanecer alerta
a mi propio juego y a mi gran temor


“nuestros besos fueron
dos hojas que el viento juntó en el otoño
tus ojos estaban cerrados
como pidiendo un deseo
yo también cerré los ojos
para converger contigo
ahora ese beso ha suplantado
la escena de amor de los amantes
por la de los antiguos hermanos”

este poema era sólo para ti, es cierto
ahora también es para que otros sepan intuir
que plurales somos y a la pluralidad volveremos
ahora es una sola lanzada al vacío
en la cual ya no me afano por describir
ese beso sin violencia de ninguna clase


en mi sacrifio
renuncio a la claridad
a la ansiada belleza
al afán de perfección de la forma
porque necesito decir lo que consigo y soy


no son los besos ni los poemas los que te atraen
sino las marcas de los autos
los deportistas vestidos de soldados
la cultura no pasa por tu mente
ni la sensualidad por tu cuerpo
ni las palabras por tu boca
sólo las imágenes de revistas y fotos relucientes
llaman tu atención
el cotorreo con los imbéciles
el maltrato y la indiferencia de los hombres
allí desfalleces como una joven de dieciseis años
(esta derrota iturburu no la va a cantar con más detalles)


iturburu ganó por enésima vez el premio nacional de poesía
todos creen que es el mejor poeta de la nación
pero nadie sabe de la pobreza de sus trabajos
ni del reparto del premio con el jurado


cuaderno negro, letra negra
pelo negro, rostro negro
baile negro en la noche negra
beso oscuro, íntimo y húmedo en las lenguas
sueño negro intuído en el olvido
pasos negros y amor negro de danzantes
cartera negra, anónima, en otras manos


la vida diaria no son las aguas
fluyendo milenariamente hacia la oscuridad
sino el momento en el que forjamos remolinos
debajo de esas corrientes


el sacrificio de la moneda por los abrazos
el sigilo de los ojos por el largo sueño
un día de cataclismos por la vida que transcurre
los enterrados y las pesadillas de los enterrados
un sendero, el sol que cae
el sosiego y el sueño del justo
por la felicidad negada a la mujer que besa


respondí a tu saludo desde la ladera hacia lo alto
hoy ya no hay nadie
el sol de verdad curte la piel
de verdad provoca el insomnio
aún respondo a tu saludo con mi mano


adiós, iturburu ya no siente
por no desearlo tú, él ya no te irá a buscar
ni te hará ruegos
ni te escribirá mensajes de amor en la computadora
ni esperará por ti en la biblioteca
ya su cama está ocupada por otra
¿a quién contarás tus pequeñas cosas?
¿quién te abrazará más tierna y firmemente?
pero tú iturburu, endurece tu alma
(y ahórrate ese dinerito)


tú sólo quieres un poquito de cultura
una capita de barniz para relucir frente a tus invitados
un curso de arte para llenarte la boca de nombres
romper la monotonía o dejar pasar el tiempo
-pedir más es pedirle peras al olmo-


los detesto a todos ustedes
hijos de puta y del imperio
sólo porque ella los prefiere


es contra natura que tú
siendo tan bella y sensual
seas tan tonta y reprimida


humano no es la palabra
terrible debe decirse
o también perdido


con maquillaje de finas lineas negras
sobre sus grandes ojos
ella es hermosa y sensual
pero sin maquillaje
es una gota cristalina cayendo en el bosque
y un poco de nostalgia es lo que se ve
al fondo de sus ojos


“en agosto abandoné a todas las mujeres
en agosto la mujer me abandonó”
como ves, para mí abril no es el mes más cruel
ni llegó la tenue garúa
para caer sobre el olmo viejo
ni el eco de carros y trenes lejanos
que pasaron veloces por la carretera


¡lo has dejado irse solo y triste!
¡a iturburu!¡tu poeta! ¡el que te adora!
no le deseaste suerte ni felíz viaje
así, iturburu marcha al norte
solo pero fuerte
como escuadras de negros bañados de sudor


¡oh! dios de dioses
(el dios verdadero)
¿por qué dejas que ella
prefiera a este montón de imbéciles?
no me hagas dudar de tu bondad
ni de su inteligencia


el color de tus ojos
las figuras del paisaje que recuerdan tus ojos
las piedras preciosas que recuerdan tus ojos
los bosques oscuros y las tormentas de tus ojos
no son para mí


manantial lleno de mariposas
saga de inviernos y de fuego
¿en qué lugar quedarán estos días africanos
de amigos de la españa y de la italia
y el cielito lindo del méxico que llevamos dentro?


némesis es una de mis protectoras
y se ofende cuando me ofendes
una mujer como tú
(insignificante frente a mi reina)
debería de andarse con más cuidado
en estos asuntos del olvido y la indiferencia


¿a qué esperar más?
tu país y tu alma acaban de fundar un nuevo género
drama de honor como comedia de enredo
¿a qué esperar más?


mi corazón está iluminado por un archipiélago de sombras
mis libros por los ojos del insomnio
el retrato, también iluminado por mi corazón


sólo un corazón enamorado puede cometer estos errores
¿cómo confundir españa con la nueva españa?
(pero en algo estamos de acuerdo
ni la una ni la otra te corresponden
¿para qué tanto esfuerzo en marcar
una diferencia que no existe?)


yo nunca escribí así
tan temeroso tan desnudo
ni mis versos fueron tan cortos
estas lineas son palabras quebradas
son sollozos
es decir son llanto quebrado
como la poesía es la prosa quebrada
que ya nadie lee
(esta idea es de cristina peri rossi)
estos versos son como boleros
luz de luna para mi noche triste


¿es verdad entonces eso de que
una mujer todo lo transforma?


¿cuántas veces te dije que te amaba?
algunas decenas seguramente
pero el olvido y la indiferencia me están enseñando
cómo quererte menos
así, en poco perderás lo poco conseguido
(con estos versitos turriflais
a iturburu no lo salva ni almodóvar)


¡vamos! ¡para ya de mentirte!
¿a qué tanto lamento?
sabes que no hay dolor que dure cien años
ni pendejo que los resista
¡vamos iturburu! ¡para ya de mentirte!


debo transformar el recuerdo del beso y de la luna:
las cicatrices son el tatuaje del horror
pero deben borrarse con la paz de la noche y las estrellas
¡tienen que borrarse!


deja el beso como beso
la carencia como carencia
la luna como luna
las palabras como palabras


¿cuál de los itúrburu eres?
no llego a distinguir
el adolescente del mentiroso
el funcionario del oportunista


el juguete roto
el campo deshabitado
y la sangre en el hielo
son los testigos
con puñales de acero
voy despicando al criminal


faltaron mis amigos de barrio
los sucesos callejeros
los compañeros de colegio
la mujer, la militancia
y así me quedé
solito con las estrellas


después de enviarte cartas y regalos
empecé un poema sobre el color de la ceniza
(no escribí mucho en verdad)
pero yo sólo pensaba en ti
rezaba por recibir noticias tuyas
y escribirte nuevas cartas
porque esos eran mis verdaderos poemas
ahí ponía mi énfasis amoroso
en mis cartas para ti era libre
y con libertad podía buscarte
pero tuve que seguir escribiendo ese poema


como dice el vals:
déjala que se vaya y no la llames


¿cómo escribir del amor sin amor?
¿qué sentido tiene acercarse a lo innombrable?
¡mucho esfuerzo para tan poco resultado!


en esto tenía que haber una lógica
(aunque fuera del silencio o de los sueños)
una manera de aceptar
el flujo y el reflujo de las olas


no te excuses en el amor fallido
ni en la decandencia
por ser mal poeta
¡deja tranquilos a los románticos!
sólo trata de escribir un buen poema


mi corazón es un ejército de negros liberados
en el centro, el actor
(que es el mismo corazón)
lee un libreto antiguo
recita largos versos
se calma
bebe agua fresca
y sigue en las ofrendas


la última novelería de los poetas
es escribir de fútbol
ahora nos dan conferencias
sobre el rey de los deportes
(y los muy cabrones ni siquiera
han pateado una pelotita)
no hay duda
en tierra de ciegos el poeta es rey


llegan al país invisible con espejos y baratijas
con infantiles narraciones se quejan de su gente
de la geografía, del problema laboral, de la comida
y se las arreglan para caerles bien a los intelectuales
luego escriben un libro y ganan dinero y fama

lector: ¿no se te hincharían a ti también las pelotas?
(o los ovarios, como dicen las féminas feministas)


aquí no hay cruces ni dunas
sólo el resplandor
la lengua de la salamandra
el recorrido de la iguana
el resplandor todo lo borra
las memorias, el intercambio
la transparencia del amor
el resplandor choca contra las piedras
produce espuma y diluye la corriente
el trabajo, las borracheras
los descubrimientos de los científicos
el arte, los cataclismos, el futuro


“una tragedia personal
una canción
un simple paseo convertido en escatología
el pasado irremediable
disfrute del presente o desdén a los idólatras
el jarro intacto en la ventana
.............................................”
¡y para ya de contar!
en ausencia de vida
las abstracciones son purita paja a dos manos


“destreza en el manejo del lenguaje”
“universal y particular a la vez”
“auténtico y personal, sin ser localista”
¿qué más dicen los veredictos de poesía?


no sólo es privilegio de dictadores
también el virrey hurtado de mendoza (y herederos)
publica un libro sobre el virrey hurtado de mendoza (y herederos)
en la editorial del virrey hurtado de mendoza (y herederos)


dices que si el pueblo te lo ordena
serás candidato “por mandato popular”
¡bájate de esa nube!
el pueblo no quiere verte ni en pintura
ni siquiera tu familia votaría por ti


el río guayas es el botadero nacional de cadáveres
por la mañana
aparecen flotando en medio de las balsas
por la tarde son el festín de políticos y gallinazos
pero las praderas andinas
también esconden sus asesinatos
sus robos silenciosos sus escupitajos
en nombre de la unidad nacional


“el indio apesta”
“el serrano es hipócrita y sucio”
porque es un poquito indio aunque no lo quiera
“el negro es feo como el diablo”
“el costeño es ladrón, feo y apesta”
porque es un poquito indio y negro a la vez
y aunque no lo quiera
es también parte de esta antropofagia progresiva
(decirle canibalismo es algo que molesta a los huaoranis)


las solemnidades en poesía
los universalismos
son como los discursos de los políticos
no sirven para maldita la cosa.


“¿cómo ser escritor y no morir en el esfuerzo?”
es el título de tu última conferencia
¡esto es el colmo de la arrogancia!
no siendo escritor vas a decirnos cómo serlo
persevera en la política
en los viajecitos diplomáticos
la mediocridad, los amarres, la promoción personal
esos son tus fuertes
persevera en la política


en latinoamérica
cada generación de intelectuales
tiene su careperro, el tonto plagiador
su vedette, el escritor mediocre y a la cañona
su capitán cortadito, el inefable de la política
que muere por una mujer blanca de veinte años
cada grupo también tiene
su aniñadita que juega a ser femme fatale
su aniñadito que juega a ser enfant terrible
su exiliado incomprendido
su iturburu y su campaña
(que, de cuando en cuando,
se putean de lo lindo y
se caen a golpes en las borracheras)

y, por suerte, su conde martillo
el único que en silencio escucha la voz del pueblo
el único que nos salva de apresurar la caída


lees estos versos con placer, casi con morbosidad
porque estoy cantándote la plena
pero de la manera que todos esquivan
directa y honestamente
¿no crees justo pagar por lo que te regocija?
o lo haces o cierras este libro
(eso de que el arte es gratis e inocente
es un invento de los enemigos del arte)


iturburu cuenta malos chistes, rio
aburre a los otros con su vida, lo escucho
no tiene ni puta idea del ajedrez, siempre pierdo
me invita a comer platos desabridos, lo acompaño
pero rehúsa darme un dinerito que necesito
con seguridad, confunde trabajo con amistad


las doncellas hermosas prefieren a los cretinos
sólo así me explico verte siempre rodeado de ellas


la tribu de los nambicuara
dejará de existir luego del año 2000
igual ocurrirá con los yanomani
(el grupo más grande de la amazonía)
y los huaoranis
(ahora muriendo de hepatitis y paludismo)
verán sus tierras destruidas
a manos de las petroleras
y yo te seguiré con mis ojos
y reconoceré los tuyos en medio de la noche
luego del año 2000
el hombre seguirá matando al hombre
pero nada matará mi amor


el combate de lectura y escritura ha terminado
en las páginas de este libro los dioses escriben:
itúrburu, ya no jodas con lo mismo
construye tu morada
en campo abierto
o en tu propio corazón

viernes, 28 de noviembre de 2008

De cuando yo jugaba en Peñarol

[Rindo honor, con esto, a todos los peloteros del Cabo Rojeño y de Guayaquil, a los salseros que conocen de salsa porque la escuchan y la bailan y, como buenos viciosos, saben de esos asuntos porque los vivieron y no los leyeron en los libros ni les pidieron a otros que se los contaran]


Me refiero al Peñarol que quisimos calcar. Eramos hinchas del gran cuadro uruguayo y de Alberto Spencer. Allá, en la Liga Salem de los setentas, al sur de Guayaquil, en donde también jugaban Huracán, Velez Sarfield, Racing, Chacarita, River Plate y Boca Junior, más los otros cuadros de los barrios de Guayaquil.

Cuando jugaba en Peñarol no jugaba en Peñarol sino en el tiempo. Era titular y dominaba el cuero, pero no era de los mejores. Delante mío estaba todo el equipo: Chocoto (que era bueno para hacer "banquito"), Magali (que despuntaba por la izquierda y luego ya estaba al fondo del arco), el Oso, Manuelón, el cholo Cepeda y todos los demás. Esto, que podría ser síntoma de odio y trauma, simplemente me lo expliqué por la bronca que me tenía el entrenador, La Pava (o Pavonni, para darle caché, pues yo sí le daba a la pelota y en bomba) de cuyo favor no gozaba. Cuando dejé de jugar en Peñarol, planifiqué las cosas para inmortalizarme como capitán del nuevo equipo del barrio: la gloriosa "Ciudadela 9 de Octubre" (la verdadera), nuevamente junto a Manuelón, Sir Dángala, El Salvaje Rey, Vladimir, Ceviche de Concha, Berruga, El Oso, Pastora, Don Quije, El Cholo Cepeda, La Huasa, Carechancho, Cuerito, Padre Bazurco, y todos los demás "patriotas del sur".

El Peñarol fue un equipo de casualidad, como lo fueron otros que armamos para los campeonatos de las fiestas patrias, pero es el que me dio la foto con la que aquí lampareo.



Triste y cruel, el destino ha hecho que la foto guarde también la imagen de otro "patriota" del barrio: Antonio Nevares, que acaba de morir de exceso de alcohol, exceso de viagras y exceso de farra: "llegó borracho a su casa al tercer día de chupa. Apestaba y la mujer le dijo que se fuera a dormir al otro cuarto. Cuando amaneció ya estaba muerto. Se le había parado el corazón. Tenía el pecho aruñado de la desesperación. Aruñado, feo, como que no quería morir" me cuenta triste el cholo Cepeda. La verdad es que El Chulo tenía ya algunos años dándole al trago, siempre andaba borracho por allí, haciendo escándalo, invitando a pelear a cualquiera (peleaba bien, me dicen).

Pocos años después de esa foto con el Peñarol, por el 82, por petición expresa del Chulo Nevares, escribí una carta para su novia, con quien se había peleado. La escribí pensando en mi amor imposible (otro de tantos) y poco tiempo después me fui a Paris. Luego de dos años, a mi regreso, nuevamente con la gente de mi barrio, me instalé en el parque, a saborear la vida. La gente le encamó al Chulo que dijera el poema, y el Chulo, declamando de memoria, arrojó un mensaje de amor a una mujer desconocida. Era la misma carta que yo había escrito años atrás. Celebramos la ocasión y el Chulo detalló la reconquista de su novia, diciéndole ella que no creía que él hubiera escrito la carta. Esos amores ya son historia pero quedan el Chulo y las polvorosas canchas de fútbol en el recuerdo, el equipito ocasional de lo fuimos en la Liga Salem.

Yo no era malo para el fútbol pero lo mío era el volleyball y con la roja del Eloy Alfaro le hicimos comer el polvo varias veces a los aniñados del San José La salle, en donde jugaba Fabricio Correa, el hermano del presidente (Pierina era del Liceo Panamericano y era una excelente jugadora). Como se ve en la foto en las canchas del Cristóbal Colón, en donde le ganamos la final de Superiores a los lasallanos.



A la salida del colegio, ya en la Católica, varias veces alineamos en el siempre vapuleado equipo de Filosofía, junto a Fernando Balseca y el Conde Martillo. Jugaba entre nosotros César Farah, en la delantera. Yo, que era el "Ardiles" del equipo (Ramón, el arquero, era "Fillol") sólo tenía que ponerla al vacío, o en sombrero, tres metros adelante de Farah y el flaco alcanzaría el balón sin problema para anidarlo en las redes. Cosa frecuente en los entrenamientos, en los cuales nos mezclábamos con otros equipos para no ser también goleados como ocurría religiosamente cada sábado de campeonato.

Cuando jugaba en Peñarol no jugaba en Peñarol sino, como todos, en un tiempo y un espacio que ahora se llama "recuerdo", si acaso sobrevivimos en una foto, en una carta o en la memoria colectiva del barrio, como Antonio Nevares.

lunes, 24 de noviembre de 2008

LOS PATRIOTAS DEL SUR (35 ANIVERSARIO)



Desde la izquierda, parados: Boada, Cachato, Cacho Bardales, Lechuga, Papa Chola, Chino Mala Noche, Magoo, la Vieja Charles y La Picuda. Desde la izquierda, sentados: Mula Coja, Camachinho, Careplato, Tonto Happy, el Loco Roberto, la Huasa y Jimmy Mula (en corte real, La Picula le puso el pie para la foto). Hacia adelante, sentado: Don Toribuca. Payaso a la izquierda: no conozco, no había payasos. Mujer parada arriba: tampoco conozco. Debemos poner una foto de la Negra Linda, la Chocota, Shirley Temple y Nina Pacari.




Papa Chola, Careplato, el Loco Roberto, el Salvaje Rey

lunes, 17 de noviembre de 2008

Vuelvo al sur (final de "Los patriotas del sur")

Verano de 1996. Después de años de rodar por el mundo, de ver las piedras y las flores, el fuego y la nieve, volví al sur. Iba con un grupo de amigos de los cuales sólo queda el Conde Martillo, quien de alguna manera me acompañó en esta odisea barrial y colegial. Era una mañana fresca, a eso de las diez. Cuando llegamos, habían instalado en los parques unos quioscos y se escuchaban los primeros acordes de las canciones. Saludé con los vecinos y me alegré porque suponía eran las celebraciones de la ciudad. Vi al cholo Cepeda atareado, organizando las cosas y también a Rodi Carabalí. Nos dimos un abrazo y me dijeron que la gente estaría pronto en el parque, que iban a iniciar la venta de cerveza y comida criolla pronto, y que todo se lo daría a la viuda. No entendí muy bien esto último. Cepeda me miró, se dio cuenta de lo que pasaba y exclamó, ¡ah!, es que tú no vives aquí! Estamos haciendo una fiesta para la viuda de Carlos, de Carlos Ríos. ¿No sabes que murió hace un mes? Murió hace un mes y esta es una fiesta en su homenaje. ¿Tú me entiendes verdad? Sí, le dije, casi por decir. Me quedé pasmado con la noticia, no sólo por lo inesperado sino por la traición del destino. Tanto gusano que hay por aquí y se llevan a Carlitos, dijo el cholo Cepeda, mientras seguía acomodando las sillas. Vente más tarde loco, con tus panas, cuando regrese la gente de la misa.

Y así lo hicimos. Por la tarde, temprano aún y con el día nublado y ventoso, el parque estaba nuevamente poblado por decenas de personas. Había música a todo volumen, la gente estaba animada por el diálogo y la cerveza y todo el mundo se afanaba en demostrar que habían conocido a Carlos muy bien. En mi mente, el recuerdo de Carlos era el de su casa esquinera, una tarde, en la que sentado en la verja, con una radio pequeña que había rescatado del basurero, yo escuchaba canciones de Roberta Flack y de Elton John, un sábado por la tarde, mientras la gente jugaba pelota; la última vez que afuera de la casa del Chugo nos tomamos unas cervezas mientras nos reíamos de lo que ya era el pasado; lo recuerdo en sus conquistas amorosas, las jugadas en la defensa, la pelea del barrio contra los aniñados, los partidos de volleyball que compartimos en el Alfaro. Pero ese día de festejo Carlos estaba nuevamente con nosotros en la boca de los demás. Luego la cosa se puso más animada y supe detalles de su muerte y entierro, cómo el Cacho Bardales, a la voz del muerto es nuestro, tomó el féretro y se lo llevó para pasearlo por bares y cantinas y que Carlitos les diera el último adiós.

Desde ese entonces el cholo Cepeda, Rodi, el Cacho, Papa Chola, Lechuga, la Huasa y quienes fueron sus allegados, cada cierto tiempo, van al cementerio a hablar con Carlos Ríos y contarle sus cosas y saber cómo sigue. Cuando el tiempo del lejano y ahora confuso norte se me acaba, vuelvo al sur, al parque de mi infancia, a los árboles y las hojas que se mueven con el viento en la mañana tibia, veo nuevamente a los patriotas colgados de los columpios bajo un cielo azul, o corriendo por los terrenos baldíos en busca de nuevas aventuras. Ahora, como tantos otros, un día domingo regreso al barrio con mi hija y la mujer que yo quiero. Como en el tango de Goyeneche que ya canté antes, yo también vuelvo al sur como se vuelve siempre al amor.


LOS PATRIOTAS DEL SUR SON

Luis Cepeda Cortéz, Julio Ronquillo, Manuel y Enrique Mendoza, Manuel (+) y Luchín Tenén Juca, Xavier y Rey Arias, “15 libras”, Joselo García, Glauco Cordero, Jaime Noblecilla, El Amigo, Cataplún, Horacio Romero, Absalón Quiróz, Omar Bajaña, Miguel y Sebastián Paredes, Marco y Antonio Nevares, Oscar Marshall, Iván Zavala, José y Toro loco, Los Pipones, los Palma, Vladimir Monge, los Bermeo, los Carabalí, “5 veces”, los Cárdenas, los Noblecilla, el “Chino” Peña y su familia, los Barahona, Leoncio Dattus, los Ricaurte, los Villacís, los Tapia, los hermanos Yerovi, John Núñez, los Bardales, Freddy Morales, Roberto Lavayen, los Medina, Fernando Endara, los Sellán, Billy Ladd, los Ruiz, los Ronquillo, los Roca, los Tomalá, Bolivín (+), los hermanos Baidal, Carlos Ríos (+), Fernando Endara, los Mayorga, Darío Lecaro, los López, los Zavala, Jorge Bonilla, los Rocafuerte, Wacho Camacho, Fabián (el heladero), “Cachete”, “Ojito” Rocafuerte, Manuel y “Big Brutus” Medina, el “negro” Mina, el “Conejo” y toda la gente de El Rodillo, Coco Avellán y los aniñados de La Favorita, Ismael Plúas, los Murillo, Freddy Jaluff y la gente de La Plazoleta, las Tenén, las Arias, las Cárcamo, las Pombar, la hermana de El Amigo, Shirley, Jackeline, María Mora (la Pequeña Lulú), las Carabalí, las Tomalá, las Quiróz, las Cárdenas, Anabelle Morales, Maritza Romero y las Golden Girl, las Baidal, las Mendoza, los alumnos y ex-alumnos del Eloy Alfaro, los padres y madres de todos, los abuelos y abuelas de todos, los amigos y vecinos de todos los del sur.


FIN DE "LOS PATRIOTAS DEL SUR"

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Acuérdate loco 2 (manuscrito del Cholo Cepeda)

Acuérdate de Fabián, el heladero de toda la vida: más de 40 años en el oficio, léxico fluído terminología apropiada para el verbo de barrio, conocedor de toda la vida privada de cada uno de nosotros.

Acuérdate del cevichero Funeraria: llegaba todos los días a las 10 de la mañana, como gerente. La gente lo esperaba como salvador del chuchaqui y hacía fila como en entidad pública. En cierta ocasión, al hacer la mezcla de yuca, pescado y agua roja, se le cayó la plancha de los dientes al balde. La gente, que estaba de chacota, se sorprendió, se quedó con la boca abierta, y él simplemente la sacó con el cucharón y dijo que no había pasado nada. Convenció a todos y la gente siguió comiendo y siguió también la chacota.

Agua Sucia era el de los refrescos. Siempre estaba junto a Funeraria para saciar la sed de chuchaqui del personal.

La Bolita era el ruletero del Alfaro. Su frase clásica era “Juegue niño la bolita, la bolita”. Usaba un arete en la oreja izquierda en el año 75, cuando acá los hombres no usaban aretes. La Bolita ve un camión repartidor de cola, ahí, a vaca mú, de papaya, sin nadie que lo vigilara. Se roba una jaba de cola y se va cuete por el callejón. El oficial se da cuenta y lo sigue y grita ladrón ladrón. La Bolita se pone mosca, para, regresa al camión con la jaba al hombro y le dice al oficial del carro era para verte nomás si estabas pilas.

Acuérdate loco del manguero, un paisano que vendía frente al Eloy Alfaro. Vendió mangos por más de cuarenta años. Por un motivo pequeño se murió. Dormía en la misma carreta. Nunca tuvo un techo para vivir.

Darío Lecaro, alias El Aventajado, y antes Trompechucha. En una ocasión se perdió una botella de cola mediana y la señora de la tienda le decía que la tenía escondida ahí, debajo del pantalón, que se le notaba en bomba.
Acuérdate de Suelazo, el arquero de índor. Se revolcaba en la calle de lo lindo mientras tapaba como si fuera final del mundial.

Acuérdate de los grandes panas: Carlitos Ríos, guapo, cabrón, pelotero y de cocacho. Organizaron una parrillada con el Chugo para el viernes 21 de junio de 1996. Viajaba de Quevedo a Guayaquil para llegar a tiempo, aceleró el vehículo y lo único que encontró fue la muerte. No llegó a tiempo a la parrillada. El Chugo lo esperó por cinco años y luego fue al encuentro con su pana, para cumplir con lo planificado. Cuando murió el Chugo el flaco Walter Auria, más conocido como Trompa de Gusano, llegó al velatorio pluto, se acercó a la caja y llorando y gritando le dijo al Chugo por qué me haces esto, ahora cómo voy a pagar el billete que te gastaste, eso era para sacar el contenedor de los colombianos, ahora qué le voy a decir a los dueños, tú eres mi pana pero eres un careverga, seguía gritando, hasta que tuvieron que sacarlo a empujones.

Wacho Villacís salía al barrio a chupar, invitaba a la gente y decía “vamos nomás que yo pongo los fósforos y el resto se arma solito”. Así era Don Chowa.
El Caballo Bardales nació junto a una cancha de fútbol. Dormía con la pelota. Era barcelonista hasta las patas. Su mayor ambición fue jugar en el equipo de sus amores. Luego de jugar en varios equipos se hizo realidad su sueño. Unico representante de la Ciudadela que coronó en Barcelona que era, como ya dije, el equipo de sus amores.

Acuérdate de Emilio Yerovi, que era dueño de un camión cervecero. Toda la plata de lo que vendía en el día se la gastaba en la noche con sus panas. Inolvidable cliente de la discoteca El Jardín, junto con sus grandes ñecos: La Vieja Charles, Omar Aguiar, Don Boli y Galleta. Era el hombre más querido por todos. Era el único que pagaba, no dejaba que nadie más lo hiciera. Hasta los meseros se cuadraban con las propinas. Era lo que se llamaba y se llamará por siempre un pana bacán e inolvidable.

El loco Freddy, alias Cucu Mene, cuando se portaba mal, él mismo se daba cana en caleta por tres o cuatro días, y no salía a la calle, sólo se asomaba a la ventana cuando los panas lo buscaban. Les decía que no podía salir porque estaba encanado. Así mismo hacía la señora Rosita con Pinina, de pelados: Cuando se portaba mal no lo dejaba salir y lo castigaban como a Toby, el de la Pequeña Lulú. Acuérdate loco.
En cierta ocasión se habían amanecido chupando Rodi Carabalí y Cocojox en la esquina del barrio. Ya eran las siete de la mañana y Cocojox se había dormido en el banco con su zapato número 46 de almohada, como ya era su costumbre. El padre de Cocojox, preocupado, salió a buscarlo y lo encontró. Se disponía a llevárselo cuando, de repente, aparece Rodi y le dice un momento, qué le pasa con mi amigo. Me lo llevo porque soy el padre, le respondió el veterano. Y Rodi contesta usted no se lleva a nadie, si es el padre muéstreme la cédula para confirmar. El veterano, asustado por la pinta de Rodi saca la cédula y se la entrega. El negro revisa la cédula y dice está correcto, puede llevárselo, pero déjeme para otra botella de trago. Como Cocojox era grandote lo subieron entre ambos al balde de la camioneta, avanzaron una cuadra y se le bajó. El padre no se dio cuenta hasta llegar a la casa y decidió dejarlo con tal de que Rodi no le hiciera más problema.

Acuérdate loco de tu colegio, el Eloy Alfaro, y sus políticos de los años 70: El Lobo, el negro Corozo, Jimmy Tapia, entre otros que no recuerdo. Todos se jactaban de estar vinculados con organizaciones de China y Rusia. Cierta vez que estaban en huelga y se habían tomado el colegio, divisaron a un hombre con gafas y gorra que pasó por la acera del frente, y se corrió la bola entre ellos de que era sapo de los policías. Se convencieron entre ellos que así era y le prepararon una emboscada. Lo cerraron, lo interrogaron con insultos y empujones. Basado en el comportamiento del tipo, yo deduje que no era policía, pero para ellos era hasta de la CIA y así, sin compasión alguna, le dieron una puñetiza y garrotiza en un segundo hasta que el hombre salió corriendo. Lo siguieron a piedras hasta que desapareció y, celebrando la hazaña, los alfarinos gritaban: Alfaro, Alfaro/ en el tiempo y en el espacio/ tu nombre sonará/ Alfaro.

Acuérdate manicho también de la escuela Baltazara Calderón de Rocafuerte, que fue la cárcel de mi niñez, dirigida por el padre Antonio, un español berraco como él solo. No aflojaba una sonrisa ni en su cumpleaños. Ejemplo de hombre para mí y para toda la escuela y la parroquia entera. Esto era allá por el año 66. Su secretaria era una mujer que mostraba muchos atributos físicos, pero supuestamente el padrecito no tenía ojos para darse cuenta. Nadie se dio cuenta, ni él mismo, hasta que en el año 68 el hombre admirado y respetado por todos se foqueó y huyó al extranjero. Buena edad la mía para darme cuenta de lo farsante que son los curas. Acuérdate de que allí enseñaba también el flaco malafecido de Yerovi, que vivía pateando e insultando a sus alumnos. Flaco hijueputa. Acuérdate cuando te hizo aprender una canción dizque en quechua, como si fueras indio, todo para presentarte en no sé qué teatro. La canción decía Kin-kun-ti-li/Moli-tali/ Moli-nasa/Kin kun kai/Kin kun ko…Y así seguía. Era más larga y te la aprendiste de memoria. Acuérdate cuando le preguntaste y hasta se la cantaste a un indio y te dijo que eso no era quechua ni nada. Flaco Yerovi hijueputa, te hizo aprender esa huevada por las puras. Por suerte, una vez su propio primo le sacó la chucha al frente de todos. No Chimbacalle sino el otro, el hermano, Emilio, el que era buena nota, del que ya te hablé antes.

Acuérdate loco de Galito, más conocido como Alberto Vásquez. Cantaba y bailaba en bruto, pero también se entrometía en todo. Andaba un día por la zona del Rodillo cuando, de pronto, vio a un pana con un paquete de papel periódico. Le preguntó qué era y el man le responde tranquilo Galo que salí peleando con mi mujer porque estoy chiro, y me vine sacando esta nota de la casa para venderlo. ¿Y qué es? preguntó Galito. Una olla de presión, le respondió el otro. Ya pues, deja ver. No, le dijo el del paquete, después se hace bomba. ¿Cuánto quieres? Veinte dólares. Te doy 10, dijo Galito afanado. Ya, chévere, pero no la abras aquí porque los panas son sapos y es turro que yo me saque las ollas de la caleta. Lo convenció y Galito pagó. Se llevó el paquete a la casa, lo abrió y encontró una basenilla enlozada. Pero se tuvo que quedar frío por sapo y metido.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Acuérdate loco 1 (manuscrito del Cholo Cepeda)

Acuérdate loco de Cucho Serrano: Peleador callejero, arquero de “Platense”, el equipo del Rodillo, con su presidente El Presi De la Torre; los partidos a muerte contra “El King”, presidido por el Licenciado Martillo, en la Liga Juan Díaz Salem, con el organizador y dueño, el maricón Salas, que murió apuñalado por su mariconada. Acuérdate de la música de la Liga, era sólo la de Daniel Santos y todo ese gremio. Los equipos participantes eran “Picapiedras”, “Nacional”, “Cuba Junior”, etc. Acuérdate de la pelea de Cucho, arquero de “Platense” y Caballón, arquero del “King”. Eso era a muerte. En el King jugó “Cacho” Bardales. En “Platense” jugaban Borrego, Tranqui y el negro Mina.

Seguimos ahora según el orden de los callejones:

Primero, el flaco Quiróz Buona Sera: Era muy guapo (tiraba a meco);
Jorge Rocafuerte, (el negro Ojito), enamorado de por vida de Haydeé Cárcamo;
El maricón Ángel Godoy, que le gritaba a todo el mundo “Cachero Vergaguada”;
La Pava Pavoni, nuestro entrenador. Acuérdate cuando Manuelón lo llevó de representante al colegio y Pavoni le dio dos cocachos delante de todos los compañeros;
La Cucufata, aparentemente murió de Sida;
Los Puente con su billar;
La tienda de Don Emiro, donde comprábamos la de Cristal para la chupa;
La Bandita, conformada por esas uñas cancerígenas, esos uñeros que mataron al taxista en la Plazoleta porque no quisieron pagar la carrera. Uno de ellos le rayó la espalda a Galleta y le cogieron cien puntos;
El Diablo, Bello, murió abaleado siendo guardia de Seguridad;

acuérdate que de pelado el difunto nos miraba y nos decía “mírame bien, mírame bien chetumadre, mírame bien” y nosotros nos cagábamos de la risa porque de verdad el man era bien feo;
El gordo Mañuco, sus peleas de toda la vida con el sambo Babita. Memo le rompió una botella en la cara por portarse mal en una fiesta donde el Chugo;
El viejo Ángel, Toro Loco, Arroz con chepa, el maricón Coki, la negrita, la Señora María, Fulton (el del arroz con menestra en la Avenida Comín);
El inolvidable pollo asado de Don Ramón y el “aguado”;
Jorge Avilés, alias “Barreto” o “Juma India”. Siempre que había una fiesta donde el Chugo tú decías que peleaba a las cinco de la mañana y así era, a veces con los mismos hermanos;
El loco Mickey;
El Sida Tobita y Panchito;
Chabaco y Miguel: Papá Noel los salía a buscar en la madrugada, con pijama, y los manes se le escondían;
El loco Palma, que le partió la cara a Kukuku con una botella y nunca se supo porqué;
Niño Tarro de Petróleo: Fumón pero muy educado;
Chazán, que vendía helados. Él y la esposa ya murieron;
El man de la esquina, compañero nuestro de la escuela, se hizo traficante de heroína. Cayó preso cinco años. La negra vaciló con él y lo iba a visitar a la Penitenciaría;
Pajuelo, primo de los Santa Cruz, ya murió;
Figurita, murió de cáncer por los químicos, jugador de naipes con Don Veta;

Eliseo, alias el Pavo: Quería jugar volley en el barrio, pero en pepas. Le decía mijo a Luchín, y nos gritaba cuando estábamos en el garage de su casa “aclaren hijueputas, aclaren”. Y le decía al Licenciado (el mismo hijo del man) cuando se le llevaba el carro: “te haces humo hijueputa”. Una vez lo siguió a machete al Chugo. Por la mañana se le robaban el pan los que se habían amanecido chupando y se lo comían con ron y coca cola. Allí también vivía Panchito, inventor del Tumba Sabido (puro con mamey) y del Ron Panchito;

La mamá de Manuelón, la señora Meche, de Los Almendros: Chupas a los quince años, con fío y chismes en bomba;
Don Eliú Pombo: Te regalaba a la hija que tú querías;
Los Solano: Típicos serranos que iban juntos a todos lados;
Glauco Cordero (Mirada de Longo);
Los zapatos Black and White y la camisa de amor y farra de Joselo (Cucaracha de agua);
Pinina: Le debía dar a Monín y a Manuelón la semana porque sino le dirían a Pluca que se le quería comer a la ñaña;
Tarzán Tomalá: Le decían así porque fumaba en los árboles;
El loco Vicente Torres murió;
La Banda de Careplato: Gualberto, los Torres. Siempre maltrataban a los más cojudos, entre esos yo.

Acuérdate loco de los árboles de Navidad que hacían los barrios de la Ciudadela y los inscribían en los concursos de El Universo;
El Petiso Perico, implicado en el tráfico de Agua Loca con los Hermanos Buchannan’s (Coco y Gerardo), como lo grabamos esa noche con voz de los Intocables;
José Cecilio Sellán, alias Muñeco de Brea;
El Uruguayo violador, Reloj Suizo;
Rucucú Servacuaco, simpre con las medias cambiadas;
El papá de Angel, que murió;
El colorado Barahona, que sólo escuchaba música de aniñados, en inglés; decía que en español era para cholos.

Acuérdate de cierta vez que Cachato escuchaba música a todo volumen y salió Chicho, el hermano. Cansado, sacó el equipo, lo puso bajo las llantas traseras del camión, lo prendió y se las pasó por encima;
El viejo Pombar cuando tiró el equipo de música a media calle y dijo: Very good;
El equipo Baratito, de Kalule;
El loco Mente Enferma, que puso en los señaleros de la calle de su casa: “Calle Las Loras”;
El Cholo Cepeda (yo mismo), que cuando estaba pluto buscaba a un grandote para hacerle problemas y que me arrastrara a puñetes;
Galleta, que veía por las madrugadas, frente a su casa, que pasaba una carreta tirada por caballos negros. Es verdad que unos choros pasaban en una carreta robándose las tapas de las alcantarillas, que eran de hierro, para venderlas al peso;
Cuando se llevaron en rodillo de cemento de la zona llamada El Rodillo. Se lo llevaron al barrio Cuba y luego lo recuperaron;
La pelea en el cine Inca entre Karate y el Pato Arias;
Los partidos de Ciudadela en el Capwell;
Roberto Villacís, que le prestó unos mocasines a Bardales para que vaya con Barcelona, a jugar el primer partido, y nunca se los devolvió, y todavía, cuando lo ve, le dice que se los devuelva;
Las peleas del patucho Gálvez con Popeye eran venenas;
Los cabezasos del viejo Pombar;

El Chugo, Cocojox, Lechuga y el Bozo cogieron a un meco en la calle y lo metieron a la casa del Chugo y le robaron las tarjetas de crédito. Por la mañana, se fueron a desayunar a un hotel aniñado. El que frenteaba era Lechuga. Le trajeron la factura y al firmar se dieron cuenta de que no era la misma firma. Los dueños bravearon pero, hasta eso, el Chugo fue a prender un carro que se le habían traído a un man que se había quedado dormido. Se embarcaron y se dieron a la fuga. Estaban ultra plutos y se estrellaron justo frente al manicomio Lorenzo Ponce. Luego lo dejaron botado y se dieron a la fuga otra vez;

A Nicota lo fajó el Chavo Roca. El papá le pagaba, supuestamente, los días de trabajo, y Nicota se ponía una venda en la cabeza metiendo paro de que estaba herido, y con el dinero que pedía para las medicinas se engrifaba;
Recuerda loco cuando al gordo Iturralde le ibas a partir la cabeza con la armónica en una fiesta en la casa de Billy Ladd;

El Chugo, cuando ya no tenía plata para seguir chupando, en la madrugada sacaba al portal de la casa la grabadora para venderla, o los zapatos del que se había quedado dormido, lo que sea, con tal de seguir bebiendo. Siempre lograba vender algo. Cuando ya no tenían plata para fumar en la casa del Chugo, el Bozo comenzaba a buscar tamugas detrás de los cuadros de los santos porque el man decía que eran sus escondites benditos. Ahí vivía Toñito, que tenía un cajón con llave, con sus cosas personales. Un día se lo abrieron y le robaron todo y todo se lo fumaron;
Acuérdate loco cuando Gorilón fue a reclamar donde Don Ángel un anillo que le había empeñado y éste le sacó un cofre donde tenía todo lo empeñado para que tomara el suyo, pero Gorilón escogió el más grande, que no era de él, y se lo llevó. Acuérdate loco.

jueves, 30 de octubre de 2008

Alausí-Riobamba ida y vuelta

La primera vez no la recuerdo bien, pero la segunda vez sí. Salimos muy temprano por la mañana a Durán en gabarra. Llegamos a la estación del tren en Durán y nos fuimos para Alausí, el pueblo más hermoso que uno pueda encontrar rumbo a las montañas andinas. El tren avanzaba veloz y yo iba junto a mi madre. En los demás asientos viajaban mis hermanos y mi padre. Pasamos dos túneles y luego la Nariz del Diablo, una montaña que el tren sólo puede cruzar en movimiento zig-zag. Luego llegamos a Huigra y tomamos caldo de pollo. El frío de la mañana entraba por todos lados. Hacia el mediodía estábamos ya en Alausí.



Bajamos las maletas mientras el tren se despedía rumbo a Riobamba. En Alausí pronto fuimos a casa de doña Luz, la dueña del viejo piso que mi padre había rentado. Hicieron los papeleos del caso y avanzamos con carretas llevando las pertenencias de la familia. Subimos y nos instalamos. Era un piso de madera cuyas ventanas daban al patio trasero y a la calle. Al abrirlas quedaba una hermosa plaza que tenía como fondo dos escaleras de piedra que llevaban a una iglesia. La plaza era el lugar de juego, de los paseos en bicicleta, de los correteos con mi hermana Elsa. Pero también se transformaba en un vistoso mercado cada martes y jueves, cuando los indios bajaban de las montañas trayendo frutas, tejidos y artesanías. La magia del trópico, que tanto extrañaba, así como el recuerdo de mis amigos, se conjugaba ahora con las formas de las nubes, las verdes montañas, la neblina que lentamente bajaba cada tarde y se quedaba reposando toda la noche y la madrugada para, a la mañana siguiente, dar paso a un alto y brillante sol que quemaba mucho más que el de la costa. Con la llegada del viejo sol, el Inti, llegaban también los indios y sus ferias.

Era muy chico, pero perseguía con entusiasmo a las mellizas de al lado de la casa. Ellas salían uniformadas muy temprano, cruzaban la plaza, subían las escaleras de piedra y se perdían en las callejuelas que quedaban detrás. Yo las buscaba pero ellas siempre desaparecían. Estudiaban en una escuela que nunca logré encontrar pero que imaginaba era el viejo edificio de piedra y tejas. Derrotado en mi empeño, corría hacia la estación del tren, me montaba en una de las carretas dispuestas sobre las rieles, y daba manivela hasta rodarla hacia la parte baja de la ladera. O bajaba la calle que conducía de mi casa a la plaza del pueblo.

Pasaron los días y regresamos a Guayaquil de la misma manera: mis hermanos tirándose y tirándome cáscaras de guineo cuando pasábamos los túneles en el tren, maravillándonos de La Nariz del Diablo y preocupados porque, una vez más, la gabarra que cruzaba el Guayas no sucumbiera en medio río y nos tragara lodazal adentro.

Cuando los años pasaron y me di cuenta de que los patriotas del sur eran una realidad en mi vida y en la de los demás, volví a Alausí.



¿Qué había cambiado y por qué volvía? Para recuperar el pasado y quizá para transformarlo. Para encontrarme el otro que fui y que, como mis amigos, se había perdido en el futuro. Repetí el rito de mi infancia pero ya no había gabarra que cruzara el Guayas ni los vagones tampoco eran transportados desde Guayaquil. Tomé el tren esta vez solo, sin nadie ya a mi lado. Recordaba con detalle y triste entusiasmo el trayecto, los túneles y la Nariz del Diablo. Cuando llegué a Alausí busqué afanosamente mi pasado, mi casa, mis calles. La vieja plaza de ferias había sido torpemente suplantada por un mercado inútil y oscuro, pero las vecinas aún se quedaban conversando en los marcos de las puertas, vestidas de negro, con las manos debajo de los ponchos. Con cierta dificultad logré identificar el lugar donde viví y entré tímidamente por el pasillo. Imaginé o creí reconstruir la vieja casa, su patio, las escaleras al segundo piso. Recordé con inútil énfasis los fríos aguaceros y los cables de luz meciéndose con el viento. Así, a medio talle entre el recuerdo y el silencio, dejé Alausí porque esta vez era necesario hacer lo que nunca hice de niño: avanzar.

Tomé un pequeño bus que me condujo a otro pueblo, más arriba. Pero todo empezaba a volverse hermoso, trágico y extraño. En este pueblo, justo antes de llegar al Desierto de Palmira, vi una plaza pequeña, hermosa, limpia y vacía. Las puertas de la iglesia estaban cerradas. Había un sol espectacular y el cielo estaba azul. Me senté a descansar y, de pronto, como si fuera la escena de una rara película que, sin embargo, me resultaba muy familiar, apareció un grupo de indios. Habrá sido una veintena. Me miraron, hablaron entre ellos y se acercaron a mí. Me preguntaron que quién era, qué hacía, cuánto tiempo estaría allí, todo con un aire de desconfianza, de esas que tienen las personas cuando han sufrido mucho. Al final me indicaron el camino al Desierto de Palmira, pero me dijeron que no me aventurara a pié porque no tenía sentido y era hasta peligroso. Tomé esta vez el tren.



Y allí estaba. Una gran extensión de arena y montículos por todos lados. Al fondo, la neblina que dejaba ver unas figuras de hombres a caballo. El paso por Palmira fue como un sueño, como una una secuencia de fotos que se ve lentamente tratando de encontrarles diferencias. Palmira existía, lo había visto, era la prolongación geográfica de mi vida inconclusa. El tren llegaba a Riobamba que me recibía con carros que cruzaban sus empedradas calles, veredas con plantas muy verdes, pequeñas casas acogedoras detrás de las cuales se veía imponente el Chimborazo.



En Riobamba me sentí como hipnotizado. Caminaba sus calles una y otra vez, como un maniático. Iba por un lado de la acera hasta el confín de la calle y regresaba por la otra acera de la misma calle hasta llegar nuevamente a su extremo, en un ridículo esfuerzo por concluir una distancia. Pero la distancia simplemente se prolongaba cuando reconocía que había otras calles y que necesitaba más tiempo para hacerlo. Fui al mercado, a la estación de tren, a las panaderías y bares que mostraban sus productos en charoles y vitrinas. El hotel era pequeño y estaba lleno de la más rara fauna de turistas. Unos eran alegres, desenfadados, amigables. Otros se comportaban como perfectos patanes racistas, cosa que en mi barrio se habría arreglado de manera no muy caballerosa. ¿Y mi barrio?

Dejé Riobamba una mañana, muy temprano, junto con el tren. Mi regreso a la costa fue aleccionador: Había constatado que el pasado es recuperable pero también que el presente puede arruinar muchas cosas y ofrecer otras. Nunca vi paisaje más hermoso ni estremecedor, ni campos más verdes ni montañas más grandes. El tren bajaba veloz y yo podía sentir también, al pasar nuevamente por los mismos lugares, que algo de mi remoto pasado y del futuro viajaban dentro de mí. Luego de muchas horas de sol, polvo, ventisca y cansancio llegamos a Durán, el inicio de mi búsqueda. Tomé una lancha para cruzar el río y vi con la caída de la tarde nuevamente el eterno sur, las lucecitas del Cerro Santa Ana donde había nacido y al fondo, como en una prolongación de un Nacimiento navideño, las torres de la Harinera y la Ciudadela 9 de Octubre. Al igual que en mi primer paseo en bicicleta soñé con regresar a mi casa, a abrazar a mi madre y ver a mis hermanos. Desde la lancha que cruzaba el Guayas imaginé que estaba en mi barrio, en la esquina, saludando efusivamente a Baby Topla, el cholo, Monín, Manuelón, el Cuervo, el Salvaje y a todos mis queridos patriotas del sur.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Yo vivo condenado a la distancia

Los muertos aparecían rabiosamente en los sueños, buceaban en piscinas, dormían en inmensas camas, leían periódicos en las esquinas. Los muertos pero también los vivos. Sin embargo, entre ambos no había diferencia: se tuteaban, hablaban como si nada, compartían cosas y escuchaban la misma música. A lo mejor era porque en Ecuador, “la tierra de los valientes” como dice el poeta del fútbol, no se sabía si más valientes eran los que se quedaban a pelear el pan de cada día, o los que seguían el dorado sueño del norte por las peligrosas y coyoteras rutas de la frontera mexico-gringa, o por barcos que naufragaban en medio mar. Sea como fuere, Ecuador, “mi pedacito de camote que no me desampara”, fue, es y será siempre “la tierra de los valientes”. Pero de hablar de valientes a los gusanos del gobierno hay mucha distancia, así que mejor movámonos con cuidado y no caigamos en los dimes y diretes de los gritones de la política local, que para eso ya existen los pasquines que todo el mundo conoce.

Así filosofaba mientras trepaba la loma de la Ciudadela Bellavista en busca del arquitecto Cocojox, antes conocido como Negro Buchannan y ahora, rehabilitado de los abismos chuperiles, chapeteado como don Bramha Kumaris. Don Brama, de ahora en adelante. Lo buscaba porque quería que me hiciera un aumento en la caleta, pues el espacio se había reducido ante la llegada y posesión de mi propiedad caletil (guasamayete incluído) a manos de La Pequeña Lulú. ¿Quién era La Pequeña Lulú? La ella de la película y de este nuevo remedo de arte callejero que llamaremos de manera provisional El regreso del Pez que Fuma.

Ella apareció como aparecen las malas buenas mujeres en Guayaquil: en una noche de farra. En un paseo por la Cofradía del Bolero la vi, sentadita en la barra, a vaca mú, como esperando un galán de fina estampa que le alborotara el yajajá. Y ardió Troya y sonó el trueno y la pasamos bacán. Yo te conozco me dijo, y nos fuimos de verbo y biela. Claro, sólo después me enteré de que la man era jefa de una pandilla femenina que acaramelaba y mandaba de ruca a los confiados pasajeros de autobuses para desvalijarlos una vez dormidos. Pero de que se estaba buena, lo estaba. En fin, la man se comenzó a aflojar poco a poco, una vez que descubrió que mi política era de corte total entre el mundo de los negocios y los placeres de la casa.

Pero volvamos a la loma de Bellavista, que resultó larga y jodida para estos trajinados pasos de Quijote del trópico. ¿Está Don Brama? Pregunté cuando me abrieron la puerta. ¿Quién? Replicó el joven. El arquitecto, dije, corrigiendo de inmediato mi chapeteo. Ya lo llamo, y cerró la puerta. Eran las 9 de la mañana pero el sol ya caía en picada sobre el transeúnte. Qué fue cholo, me dijo Don Brama. Dame un poco de agua helada, dije sin saludar, casi metiéndome a empujones a su casa. Calmada la sed le conté a qué venía. Mira, le dije, me informaron que estabas más o menos sin camello y pensé que podrías ayudarme en un asunto que tengo pendiente. Pero debemos salir ahora, te cuento en el camino. ¿Adónde vamos? Ya te cuento. Y así, buscando la poca sombra que daban las raquíticas ramitas que se escapaban por las verjas, nos fuimos a la Ciudadela 9 de Octubre. En taxi, obviamente, pues el tiempo apremiaba.

Llegamos. En el parque estaban nuevamente el Negro Ojito y Marco Tulio, bajándose una de Trópico Seco. ¿Cholo, Cocojox, cómo así? Dijeron mientras servían en la tapa y, extendiendo el brazo, nos la ofrecían. A lo cual, inmediatamente, Don Brama dijo, no bróder gracias, ya no bebo. Ellos se miraron, se rieron y le dijeron: Ya, te hiciste hermanito también. No, replicó el moreno y alto arquitecto, soy Bramha Kumaris, y nosotros no bebemos. Ándate nomás entonces, le dijo con tono medio molesto, aunque también en broma, el Negro Ojito. Ándate nomás y mejor no vengas por el barrio. Qué decepción, tú, que tomabas hasta Racumín para ajumarte. ¿Han visto al Loco Huguito? Pregunté para cortar el achaque. Debe estar en su casa, dijeron. Pero si lo quieres ver tienes primero que hablar con esos dos mancitos de la esquina. Ajá, les dije ¿Y quiénes son? Son dos guardespaldas colombianos que se consiguió el loco. Aparecieron después de la balacera. Ya, dije. Simón, continuaron, el man pensaba que era venganza de Carecamiónchocado, pero parece que la cosa es más seria, más fea, dizque el loco anda metido con los guerrilleros de las FARC, tú sabes, los corronchos. Ya, le dije. A ver qué se cuenta el loco. Ya regresamos. Fuimos a casa del loco y sólo alcancé a decirle a Don Brama que se quedara callado cuando una voz me dijo adónde va su mercé, a la par que me dejaba ver el arma al cinto que llevaba.

Y pensar que ese era mi barrio. Ahora tenía que dar explicaciones de mi rumbo.
Dile al loco que el cholo y Don Brama quieren hablar con él, respondí. El man nos está esperando.

jueves, 16 de octubre de 2008

Elogio de la música



En esa época escuchábamos a Los Mitos, Formula V, Los Tíos Queridos, Los Náufragos, Safari, Banana, Sabú. Sandro era el amor ideal de todas las muchachas. Rafael concentraba al auditorio cuando empezaba “yo no he vuelto a encontrarla jamás/ desde aquel día...”. Las canciones del Festival de San Remo y de Adamo o Los Iracundos, eran cantadas en la hora social de los viernes en la escuela. “Juega a la ruleta/ ella te puede ayudar” decían los Hermanos Castro en México. ¿Quién iba a pensar que veinte años después, en el parque de St. George, en Staten Island, Ramón Morales, Jaime Franco y yo, rememoraríamos lúcidamente todas esas canciones?

Vivíamos en otra edad, en un tiempo dorado y lleno de luz. ¿Qué era el dinero real junto a las brillantes latas que recogíamos con Luis Cepeda al sur de la ciudad, en los lluviosos y fervientes días del invierno tropical? ¿Qué mejores películas de miedo que las leyendas contadas por los hermanos Baidal o los Paredes? ¿Qué podía ser más importante que los partidos de índor y fútbol en las tardes para Manuel Mendoza o Monín Tenén, si en cada jugada se iba un poco de la vida de los demás? Quedan las imágenes, los temores a “los aparecidos”, el Tintín, la Viuda del Tamarindo, las entradas y salidas triunfantes de Quevedo cuando visitaba damas solitarias.

¿Cómo olvidar las desaforadas persecuciones a las muchachas junto a Julio Ronquillo, Rey Arias y Joselo García? Ese «voyeur» que vivía en todos nosotros ¿aún espanta parejas en las noches? Las mañanas eran tranquilas y claras, un tiempo eterno que se prolongaba durante años y años.

Jugábamos al pepo, al burrito de San Andrés, al “estaba Don Juan”. O nos poníamos a saltar la cuerda con las vecinas del barrio. “Recordar”. Esa es la palabra mágica que nos conduce al temido y contundente pasado, a nuestras vidas anteriores. ¡Y qué mejor que la Ciudad de Hierro para hacerlo! Volver a ese tiempo desembarazado de responsabilidades utilitarias, volver a la infancia, es asumir a cada rato con mayor fuerza la vida de los otros. Basta sintonizar una emisora cualquiera. Poco a poco la voz de Nat King Cole (esta vez en inglés) va llenando la habitación. Palabras, melodías que buscan Junction Boulevard, las calles de Corona. Luego viene algo de Billie Hollyday, de James Taylor y de Steely Dan, el primer conjunto de rock que recuerdo con cariño porque compré y escuché el disco hasta rayarlo: Do it again, Midnight Cruiser, Only a Fool, Reeling on the Years. Luego ya es necesario dejar la escuela, los amigos, comenzar a pensar en la universidad y cosas así.

Ahora, en la radio, Charlie Parker toca Autumn in New York. Charlie Parker es el último de los cronopios. Ray Barreto nos vuelve a esos lugares ya inexistentes de La Molienda, el legendario El Charro, los frondosos almendros que nos cubrían mientras bebíamos unas cervezas en casa de Doña Meche. New York es el paraíso del melómano, el reino de su única libertad. Sólo la música une a la gente. Significantes, codigos, números que no poseen un sentido exacto. Charlie Palmieri cuenta cómo conoció a Tito Puente, en inglés del Bronx, y al volver sobre la autobiografia es como si expusiera la vida de cualquier hombre, la de un sencillo hombre del sur.

Un tipo de Queens

La fría mañana de otoño ha obligado a sacar de una vez por todas los pesados abrigos y las bufandas de colores. La muchedumbre avanza rápidamente hacia otros trenes, copa las escaleras eléctricas y las estaciones del subway. Los vagones son viejos, diseñados para llevar la mayor cantidad posible de pasajeros. Las líneas 7, E, F, G, R, transportan y sacan a los trabajadores y estudiantes hacia los demás lugares: Manhattan, Brooklyn, el Bronx. Un día como otros en Queens, con sus problemas y el informativo meteorológico pronosticando lluvia en la mañana y un posible aparecimiento del sol hacia el final de la tarde.

“Los cubanos han hecho una ciudad que se llama Miami. Gústeles o no, es verdad. Nosotros estamos haciendo lo mismo con Queens. Que hace años los primeros vecinos se hayan ido no es culpa ni problema nuestro. Este es nuestro barrio, nuestra comunidad hispana”.

Los muchachos se reúnen a jugar béisbol en las calles. Se hacen bromas, hablan un inglés que no tiene el acento del que se oye en el Bronx pero tampoco del de Manhattan o de la televisión. Para la nueva generación el spanglish no es un problema importante: son perfectamente bilingües. Las otras comunidades étnico-culturales viven de manera independiente: los asiáticos, negros americanos y los llamados “irlandeses” tratan de no mezclar las relaciones. ¿Un nuevo indicio de racismo?

Vivir en Queens es encontrar comercios en donde “se habla español” por doquier. La reproducción de las costumbres cotidianas traídas de los países de origen es también otro hecho interesante. Las esquinas diariamente sirven a los amigos para conversar, tomarse camufladamente una cerveza y chacotear un poco.
Uno sale a la calle y en medio de los interminables bloques de ladrillos rojos se ve desfilar a dominicanos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, salvadoreños y brasileños. Los sábados todo el mundo va al parque Flushing. En medio del partido de fútbol, del campeonato de las ligas, la gente grita y oye música tropical mientras bebe y repite anécdotas como escenas de películas.

— “Uno viene sólo para hacer billete. Después hay que regresarse. Aquí, sea lo que sea, no estás en tu casa. Además, no te vas a matar trabajando toda la vida. ¿Para qué?”, dice uno.

— “Yo no podría acostumbrarme si regresara. Hay muchos problemas, la situación está mala y, para colmo, todo el mundo se quiere meter en tu vida”, replica otro.
La minoría, aquellos que tienen un buen trabajo estable y residencia o ciudadanía norteamericana, entienden que lo fundamental para sentirse ligados realmente a la ciudad, al gran país del norte es justamente las dos cosas que ellos tienen: buen trabajo y estadía legalizada.

“Si quieres vivir entre los tuyos debes vivir en Queens. Los demás barrios no son iguales. Hay menos peligro de que te coja una pandilla de irlandeses borrachos. Claro, eso de la droga está serio. Acabo de ver una calle cerrada por la policía. Los portorriqueños te pueden chantajear si saben que estás de ilegal. No, para estar como en casa mejor te quedas en Queens. Aquí están los tuyos y no tienes problema con el idioma”.

Voy nuevamente por el Roosevelt Avenue. Oigo que hablan de cuoras, sueras, compiurers. El sol repentinamente sale y anima un poco al transeúnte. El tren cruza por encima de la calle haciendo un ruido infernal. Llego a la 82, veo vitrinas abarrotadas de electrodomésticos y vestidos, casas antiguas que sirven de tienda de oficinas o improvisadas academias de inglés. Las luces de neón dicen que las cervezas Budweiser y Miller son las mejores. La constante agitación es cada vez más febril. Gente va y viene Un muchacho escandaliza con la grabadora a todo volumen. I am a guy from Queens, me digo. Busco las pocas librerías. Algo de Saul Bellow aparece por allí; miro cámaras fotográficas, una pequeña iglesia, la programación de la TV, un comentario sobre una película que estrenan el viernes, la gente y las pequeñas tiendas.

sábado, 11 de octubre de 2008

Memo, La Memoria

La última vez que lo vi fue en el parque, un sábado por la mañana, conversando y bebiendo con toda la gente. Hablamos de nuestras familias, de su tía Ana en la Yoni, de Giuseppe, que fue quien le puso la chapa de Memo porque desde peladito dizque era malo, como el de la Pequeña Lulú. El Chugo había puesto el equipo de música a sonar con fuerte salsa y, a veces, con unos pasillitos llorones que ni a Memo ni a nadie le gustaban. No, al menos, a las once de la mañana del trópico.

Ese día, por azares que no eran ni de la vida ni de la chirés, el poeta Pipí con Lentes, había caído por ahí. Andaba contento porque había ganado otro premio en su larga lista de concursos. Esta vez era uno organizado por la Sociedad de Plomeros y Oficios Afines del Chunchi, residentes en Guayaquil, SOPLOACHU-Filial Costa. Apenas vio a Memo se me arrimó y en corto, medio temblecoso, me preguntó si el que estaba ahí era el famoso Memo, el de la pandilla del Francés, el que había estado en la Peni, el que se había virado por error a un marino y esa fue la casita, el que se había bajado a no sé quien en noches de Londres y chicha jora, el que acostumbraba a chorear motos y carros por la pura nota de tener en que transportarse de un lugar a otro y por hacer camellos anexos , y que luego los dejaba tirados por ahí y etc., etc. Le dije que sí a todo, que era el mismito. Acto seguido llamé a La Memoria y los presenté. “Háganse amigos”, les dije. Hablaron por largo rato, como si se hubieran conocido desde hacia tiempo. Memo me había dicho que le interesaba hablar con un pana que por esa época ya escribía en un periódico, para que lo entrevistara, que él tenía muchas cosas que contar y que podía hacer marchar a un montón de gente pesada. Ese pana que yo le había mencionado antes a Memo era nada menos que el ya semi-declarado Cronista Vitalicio de la Cosmopolita Ciudad de Santiago de Guayaquil, el Conde Martillo, de quien el ávido lector tendrá más de una referencia. Ese día lo pasamos muy bien. La mañana del sábado veraniego estaba fresca. Poco a poco aparecieron Lechuga, la Chocota, la negra Linda y todo el Cartel. También estaban el cholo Cepeda y el Cuervo. Ibamos medio embalados en la chupa y el chacoteo cuando, de repente, se oyeron disparos de metralla que venían desde la calle Quito. A lo lejos pudimos divisar dos carros que venían veloces hacia nosotros, dándose bala. Todos, incluyendo la Memoria, nos tiramos hacia las plantas del parque, boca abajo, cuando pasaron cerca de nosotros. Bueno, casi todos, porque el cuerpo se tiró a la vereda y se fue rayando la cara, para diversión de todos, luego de pasado el nerviosismo. Con los días nos enteramos que se trataba de dos hermanos de la política local que se peleaban por el peaje del Puente de la Unidad Nacional, nada menos.

Dos meses después Memo moría, luego de una tenaz persecusión y tortura de tres días. En los periódicos salió su foto: sin lengua y con los huevos quemados. No fui al velorio. Nunca me han gustado ni los muertos ni las muchedumbres. Todos los del barrio en cambio sí lo hicieron y le dejaron una corona de flores. El cholo Cepeda me contó que tres mujeres aparecieron para disputarse el derecho al recuerdo del concubinato con el difunto. Además, que otra señora de edad avanzada, había estado rezando cerca del ataúd por varios minutos y que luego contó su historia, que se abría con una expresión polémica: "Él era muy bueno". Y dijo a renglón, seguido que cosa de dos años atrás Memo había pasado por su casa, una casita de caña en uno de los tantos suburbios de esta ciudad de mierda. Él se detuvo al ver gente llorando. Salió del carro, entró a la casa y en mitad de la habitación, sobre una mesa, vio el cuerpo sin vida de un niño. Le dijeron que había muerto de una infección y que nadie tenía dinero para pagar el servicio funerario. Memo no dijo nada. Salió de la casa y regresó al poco tiempo con todo lo necesario para las honras. Partió nuevamente y la señora nunca más volvió a saber de él hasta que vio la foto en el periódico.

Otro pana, Cabeza de Tuco, dijo que eso era verdad y que podía asegurarlo categóricamente porque con él también se había portado redondo. Contó que para su último cumpleaños él estaba limpio y medio jeteado en el parque y con unas atormentadoras ganas de celebrar. Luego, como llamado por los dioses, Memo apareció en un carro lujosísimo y le preguntó por qué tenía esa cara de aguacero y Cabeza de Tuco le respondió que por la crisis billetera. Memo, con su característica manera de aparecer y desaparecer sin dar explicaciones, se fue, no sin antes decirle a otro pana, el Cacho Bardales, "trepa para que me acompañes". Lo que ocurrió en ese viaje fue narrado por el Cacho: Se dirigieron a una licorera, Memo se bajó del carro y, Magnum en mano, le dijo seria y tranquilamente al dueño del local:"me das esas tres botellas de whisky y dos fundas de cachitos, rápido chucha o te bajo todo el almacén". El tipo obedeció y luego de unas horas la fiesta en el barrio era total, "que daba gusto" decía Cabeza de Tuco, quien, como ya dije antes, había estado en el entierro de su pana, nuestro pana, Memo La Memoria. Dios lo perdone y lo tenga en su gloria para siempre. Y también al Chugo, su hermano, y también a Carlos Ríos, alias La Rubia Peligrosa. Vida eterna y piedad para esos Hermanos Karamazov que, sin duda, también eran patriotas del sur.

sábado, 4 de octubre de 2008

Roberto Alvarado ha muerto

El jueves me escribió la Chocota (Mónica Pombar) y me contó que Roberto Alvarado, otro de los "patriotas del sur" había muerto, que se nos había adelantado, y que regrese pronto al barrio, que siempre están de chacota y que a Bobo Alegre le encaman ahora que de pelado le gustaba jugar al papá y a la mamá y que ponía a los malos del barrio como sus hijos y que los mandaba rápido a la cama para estar solo con el marido. Y me reí con ese dato, pero no olvidé a Roberto. Hacia finales de los 80s, varias veces nos juntamos a vivir la vida.

Me habían dicho que estaba muy mal, en cama ya, luego de muchos años de padecer una enfermedad de los huesos que lo volvía cada vez más pequeño. A Roberto lo recuerdo de muy adolescente, gritando con vanidad a los cuatro vientos que él era "Tronco de aniñado". En esa época era enamorado de Elizabeth Jácome, también de la Ciudadela 9 de Octubre, quien había sido mi compañera de escuela.

Ayer por la tarde, luego de terminar las clases, de regreso a casa, encendí la radio y sonaba fuerte una canción disco de los 70s, de esa que tanto le gustaba a Roberto, y pensé que era su manera de decirme adiós, pero estando presente aunque de manera más discreta e inverosímil. Anoche llamé al Cholo Cepeda y hablamos de Roberto: "Me quebré al verlo. Parecía una calavera y tenía los dientes muy amarillos. Lo enterraron por ahí mismo. Ahora sus hermanos se pelan para ver quién se queda con la casa. El que sabe de sus últimos años es Figueroa, que lo visitaba a menudo. A él hay que preguntarle, pero hay que estar listo porque siempre te hace un pique, va al remo. Hay que cuidarse".

La Chocota también me ha enviado varias fotos. En ellas aparecen aquellos valientes que se quedaron en el barrio "con todas esas cosas/ pequeñas silenciosas" (Pablo Milanés). En ellas no está Roberto. Pero en mi recuerdo aparece vivo el que fue "Tronco de aniñado", riéndose de la vida, allá por los 80s.


(Ojito, que se parece a Johnny Pacheco, y Niño Niño)


(Fiesta en casa de la Chocota)


(Cabeza de Tigre en el medio. Cuando tomaba "Tumba sabido" se desnuadaba y salía a caminar por las calles con un bate en la mano)