viernes, 22 de febrero de 2008

Ponte duro

[Desde ahora sale la novela "Si es que te queda cariño (y otras aventuras del Cholo Cepeda)"]

Lectora (o lector) y pana de estas nuevas aventuras, lo que vas a leer a continuación son, sin quitarle ni aumentarle, las cosas que ocurrieron el año anterior. Por allí le meto un poco de todo, pues, para hablar de la vida, lo que esté a la mano siempre es bueno (igualito que cuando hacemos un año viejo: a falta de cohete y camareta, baste con sal en grano, papel periódico y kerosín y cataplún, adentro anacobero, a mi comisario no le gusta el bolero). Pero empecemos por el principio y pongámonos de acuerdo en algunas cosas.

La primera de ellas es que en el libro El Cholo Cepeda, investigador privado su autor, el loco Iturburu, me pone como personaje principal pero no dice que todo ocurrió hace muchos años, cuando él vivía en Estados Unidos. ¿Cuántos? No importa, sólo que ocurrió hace mucho y que desde esa época hasta hoy ha corrido mucha agua bajo el puente. Y, si es verdad que el tiempo es como un río, las historias que cuenta deben ser como el Guayas bajo un fuerte aguacero.

Lo segundo es que, en general, lo que Iturburu escribió tiene apego a la verdad, sobre todo lo referido a robos, viajes y asesinatos. En general sí pero no en particular. De ahí mi cabreadera y afán correctil en estas nuevas aventuras, pues el poeta Iturburu (vate sin bate), en algunas ocasiones se dejó llevar por los bajos sentimientos que fraguan la pica y la vil envidia, la bronca o el andar trompudo y amargado, como dicen en barrio, pues en su libro aparece, aunque de manera tapiñada, el deseo de bronquearse con algunos “intelectuales” de su medio ambiente. ¿Las causas? Esas las veremos luego. Por ahora, conformémonos con dejar al autor peleando contra sus molinos de viento.

Y lo tercero es que en este libro que tienes en tus manos, titulado Si es que te queda cariño -en homenaje a la reina del bolero y el pasillo guayaco, mi idolatrada Patricia González- esta vez soy yo quien toma la pluma, el mismo cholo Cepeda que viste y calza, el que se parece al Puma José Luis Rodríguez y al detective Columbo. Como dije, hago esto en parte para corregir algunas distorsiones de lo que de mí se ha dicho y en parte también para reclamar, vía empírica, los derechos de autoría, que se dice copyright en inglés, pues la vez pasada el vate Iturburu se comió la torta solito. Y, si acaso siguen faltando razones, añado que también escribo este libro porque el ya mentado individuo ha renunciado a escribir sobre crímenes e injusticias, dedicándose por entero a llevar una vida libertina y a escribir pasquines en contra de los enemigos de su urbe Guayaquil, llamada por muchos la Perla del Pacífico, además de algunas crónical barriales. Así, mientras caminamos nuevamente estos caminos de nuestra vida, a lo mejor ves tu historia en mi historia, mi tristeza en tu tristeza, mis triunfos y derrotas en tus triunfos y derrotas, mi soledad en tu soledad y mi compañía en tu compañía.



El día en que Iturburu me contó de su traición escrituril prontamente dije a mis adentros: ¿Cómo será posible semejante injusticia? ¿No basta acaso que el pobre pueblo guayasense sea explotado por políticos, delincuentes y gobiernos de turno, como para terminar de amargar sus días, al borrar del recuerdo al único y real defensor que le queda? ¿Es que nos resulta suficiente que en la literatura nacional, que es el eterno pan del sabio lector, sólo haya personajes sin vida, aburridos de clase media-alta que con turras frases y mediocre estilo piensan ganar la fama? ¿Es que debemos aceptar que, en el consumo de la información diaria nos venga sólo del Crónica Roja? ¿Es es que ahora sólo reporteros como Carecamiónchocado y sus sucuaces dictarán los rumbos de la cultura tropical mientras, en chiquito, hablan mal de Guayaquil y sus habitantes? ¿Condenaríamos al conglomerado lectoril a consumir frases abstractas que ni le van ni le vienen? ¡Lejos de mí quede tamaña traición al pueblo de tierra caliente! Cholister Dixit. Entonces, dejémonos de caldo y entremos de lleno en estas nuevas y sanchopanciles aventuras.